NOTA BENE

¡Fin a la pobreza!

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El combate de la pobreza siempre figura entre las promesas electorales. Lamentablemente, muchos políticos se limitan a repetir un mantra dañino: alimentan el odio entre ricos y pobres, y ofrecen usar su poder de coerción para redistribuir la riqueza. Van y vienen los gobernantes sin paliar significativamente los índices de pobreza; únicamente inflaman las pasiones y la conflictividad social. No han sacado adelante a nuestros compatriotas indigentes y se sabe por qué.

' ¿Hemos aprendido algo sobre cómo combatir la pobreza?

Carroll Ríos de Rodríguez

Dos caminos alternos no funcionan: el socialismo y la industria internacional de la pobreza. Las revoluciones marxista-leninistas fabrican más pobres. ¿Qué nos hace pensar que aquí y ahora funcionará el socialismo, cuando fracasó en Cuba, Venezuela, Corea del Norte y otros países? A mayor poder discrecional, mayores serán las oportunidades de corrupción. El patrimonio de Kim Jong Un, dictador de Corea de Norte, asciende a US$5 mil millones, y el de la familia Castro, a US$900 millones: ¡los dictadores roban dinero, sueños y oportunidades a sus oprimidos pueblos! Y, ojo, los países nórdicos como Suecia no son economías socialistas: puntean muy alto en los índices de libertad económica y el respeto a la propiedad privada. China e India, dos países cuya población ha visto mejorar sus niveles de vida, lo hicieron liberando los mercados. ¡Es absolutamente criminal recetar el socialismo para nuestro país!

La industria internacional de la pobreza tampoco ha transformado a Guatemala, pese a que somos uno de sus destinos más populares. Miles de entidades privadas, agencias estatales, organismos internacionales y ONG viven dedicados a estudiar y abordar el fenómeno. Personas que laboraron dentro de la industria, como por ejemplo el economista William Easterly (Banco Mundial) o Muhammed Yunus (Grameen Bank), confrontaron la incómoda realidad con admirable honestidad intelectual: los supuestos beneficiarios no estaban experimentando mejoras duraderas en sus vidas.

Son inefectivos los programas paternalistas, los subsidios directos e indirectos y las transferencias de gobierno a gobierno. Primero, porque la redistribución enmarca un estanco juego de suma cero, ya que parte de una visión estática de los bienes disponibles a la humanidad. Segundo, porque dichos programas han alimentado el despilfarro, la corrupción y la búsqueda de rentas que desvían los recursos hacia poblaciones políticamente hábiles. Pero más significativamente, este modelo genera una debilitante dependencia por parte de los supuestos beneficiarios. Es decir, la literatura reciente reafirma el antiguo refrán de que es mejor ensañar a pescar que dar el pescado.

Lo que necesitan los guatemaltecos es inclusión en mercados mundiales y oportunidades; no violencia ni regalitos. Podemos encontrar ideas de prácticas adecuadas en sitios como PovertyCure (www.povertycure.org), “una red internacional de organizaciones e individuos que buscan cimentar nuestra batalla común contra la pobreza global en una comprensión adecuada de la persona humana y la sociedad, para fomentar soluciones que generan oportunidad y liberen el espíritu emprendedor ya presente en el mundo en vías de desarrollo”. El sitio de PovertyCure nos invita a abandonar el denigrante estereotipo del pobre como carga, experimento, u objeto de nuestra caridad. Los pobres son personas dignas, capaces y creativas. Son agentes de cambio. Pueden asumir responsabilidades empresariales, intercambiar, invertir y competir. Pueden hacer crecer la economía nacional y crear riqueza, que es, en última instancia, la única forma de subsanar permanentemente la pobreza.

ESCRITO POR:

Carroll Ríos de Rodríguez

Miembro del Consejo Directivo del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES). Presidente del Instituto Fe y Libertad (IFYL). Catedrática de la Universidad Francisco Marroquín (UFM).