DE MIS NOTAS
Fondos para el barril sin fondo
La plata, el pisto, la lana, el dinero se mueven hoy más que nunca con feroz voracidad en la política. Aunque no es un fenómeno nuevo. Sin duda, en nuestro país se ha acrecentado a niveles tóxicos.
' “No trates de dar discursos en medio de una jauría de perros”, diría tío Lencho.
Alfred Kaltschmitt
Leyendo el reportaje de Prensa Libre del día de ayer sobre el Presupuesto General de la Nación, me sorprendió leer de un estudio de Asíes, que pronto publicará, en el que dan a conocer que desde 1994 a la fecha el Gobierno ha desembolsado más de Q44 mil millones para proyectos de consejos de Desarrollo.
Según el investigador de Asíes Luis Linares: “Esta es una cantidad extraordinaria y desmesurada, y no se ha hecho una evaluación del impacto en el desarrollo. Muchas de estas obras no son prioritarias y otras son caminos a los que se les da mantenimiento y a los tres meses están igual”.
Los Codedes tienen un presupuesto vigente este año de Q4 mil 230 millones, para invertir en 703 proyectos, pero hasta el 14 de septiembre habían ejecutado Q1 mil 485 millones, equivalentes al 35%.
Caben aquí los sentimientos de tristeza como de satisfacción. Si la mayor parte de esos recursos no tienen un impacto tangible y demostrado, sin duda la mayor parte se despilfarra en ese mundillo hediondo de “carreteras y caminos inexistentes”, efectuados por empresas vinculadas a politiqueros; qué bueno que no puedan ejecutar todo lo asignado. Por otra parte, están “los proyectos buenos”, necesarios y de beneficio para las comunidades que, lamentablemente, se atrasan por la burocracia existente, pues tienen que pasar por la aprobación de los consejos de Desarrollo, gobernaciones y corporaciones municipales (Comudes), donde con demasiada frecuencia pululan los venenillos de los intereses perversos. Además de lo anterior, se le suma la falta de capacidad de la mayoría de las municipalidades para presentar a tiempo y técnicamente bien elaborados los proyectos. Es un círculo vicioso.
Este año, el presupuesto enviado al Congreso para su aprobación es de Q124 mil 880 millones. Quítesele el porcentaje constitucional, más el pago de la deuda y los incrementos anuales de los pactos colectivos —que en el caso de Mineduc se firmó con Joviel Acevedo un incremento de 3% y un bono de Q2 mil 500 a partir del junio del 2022— y solo queda menos de la tercera parte para todo lo demás.
Aun así, la mayoría de los presupuestos de los ministerios no ejecutan más del 60-70% de su presupuesto. Por encima de esta nube difusa de cifras que pocos entienden, el Banco Mundial indica lo que ya sabemos: que se pierde en gasto opaco y de baja calidad hasta el 25% del presupuesto. Ergo, estamos gastando como tontos y pidiendo prestado para pagar y sobrevivir. Hasta hace unos años íbamos relativamente bien en la curva de endeudamiento; ahora, la flechita se está disparando hacia arriba. La cosa no pinta bien.
Mientras tanto, la mayoría de esa “otra Guatemala” sigue a la espera de nuevas oportunidades: salud, educación, infraestructura, presentes en forma precaria y limitada. Esa es la olla de presión sin ideología, que trata de encontrar en el sentimiento antisistema un desfogue.
Lo ideal sería utilizar este momentum para encauzarlo hacia una agenda compartida, una visión de país, buscando consensos y con la habilidad de distinguir lo prioritario, lo urgente y lo factible.
Dificil hacerlo, convocando a una protesta junto a grupos conocidos por su radicalidad.
Gasolina y fuego…