A CONTRALUZ

Giammattei pide centavitos, pero despilfarra fondos

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La desnutrición es un flagelo que afecta al 49.8 por ciento de los niños guatemaltecos menores de 5 años, la mayor tasa de América Latina. Es lamentable que un país tan rico en recursos naturales ostente uno de los peores índices de malnutrición en poblaciones vulnerables. Las políticas públicas fallidas y la galopante corrupción son factores que han incidido para que no se elimine esta grave situación. Las consecuencias irreversibles que causa este azote, como el retraso psicomotor, el deterioro de la función cognitiva y el bajo rendimiento escolar, torpedean el desarrollo del país. Uno tras otro, cada gobernante ha prometido combatirla de forma frontal, pero al final del día no pasa nada. Y a ese paso va el presidente Alejandro Giammattei, que ya desperdició un año sin una política clara. El propio mandatario tuvo que reconocer esta semana que sus programas no han tenido impacto para disminuir la desnutrición crónica.

' ¿Por qué Q125 millones para parques bicentenario no se usan para luchar contra la malnutrición?

Haroldo Shetemul

La más brillante idea de Giammattei para combatir este mal es que quienes aportamos con nuestros impuestos ahora donemos nuestros “centavitos” depositados en los bancos. Sí, es el mismo presidente que en diciembre pasado dijo que no iba a aumentar el salario mínimo. Con ello afectó el poder adquisitivo de las familias pobres, que se ha deteriorado aún más con la espiral inflacionaria e impacta en un mayor nivel de desnutrición. Claro, es muy cómodo pedir que donemos nuestros centavitos, mientras él no dice cuándo donará algo de su salario mensual de Q148 mil 838 (Q33 mil 588 de sueldo base, Q115 mil de gastos de representación y Q250 de bonificación). ¿Sabían, estimados lectores, que es el presidente con el salario más alto de América Latina? El brasileño Jair Bolsonaro gana el equivalente a Q42,500 mensuales y el mexicano Andrés Manuel López, Q41,471 cada mes. Ese salario es un insulto para las condiciones socioeconómicas del país.

¿Será que antes de pedir nuestros centavos el presidente no pensó en cuánta plata podría juntar si cumple su promesa de eliminar la Secretaría de Asuntos Administrativos y de Seguridad (SAAS)? Giammattei dijo que esa dependencia “gasta mensualmente Q14 millones para darle de hartar al presidente y al vicepresidente”. A la fecha, esa secretaría tiene contratados a 38 cocineros y sus ayudantes que preparan la comida para el presidente y los agentes que resguardan la Casa Presidencial. A ellos se agregan 12 meseros que están a disposición, en diferentes turnos, para atender al mandatario. Si desde enero del 2020 hubiera desaparecido la SAAS se habrían ahorrado Q210 millones. ¿Será que al presidente no se le ha ocurrido decirle a sus aliados en el Congreso que dejen de comer a costillas de nuestros impuestos y ese dinero pase a la campaña contra la desnutrición? No, claro, los santos alimentos de los señores diputados no se tocan, aunque millones de niños pasen hambre.

¿Cuánto se pudo haber ahorrado si Giammattei cumpliera su ofrecimiento de campaña de sacar a Guatemala del Parlamento Centroamericano? ¿Saben, estimados lectores, cuánto cuesta mantener ese elefante blanco que no sirve para nada? Cada diputado guatemalteco del Parlacén devenga Q50 mil mensuales. Veinte diputados electos, más el expresidente Jimmy Morales y el exvicepresidente Jafeth Cabrera suman Q1 millón 100 mil mensuales, o sea 13 millones 200 mil al año. A eso se agregan Q15 millones 600 mil anuales de funcionamiento y gastos de mantenimiento. Tampoco tiene sentido derrochar Q125 millones para construir cinco parques conmemorativos del bicentenario de la independencia y despilfarrar Q325.6 millones para reparar un avión viejo y adquirir otras aeronaves para el Ejército. Cuando el presidente Giammattei deje de tirar el dinero de nuestros impuestos en esos gastos totalmente innecesarios, entonces con gusto le podríamos donar nuestros centavitos.

ESCRITO POR:

Haroldo Shetemul

Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca, España. Profesor universitario. Escritor. Periodista desde hace más de cuatro décadas.