con otra mirada
Helicópteros: riesgo, amenaza y potencial daño
Potencial daño que representan los incontables vuelos diarios de naves que acosan a la población.
El domingo pasado, un helicóptero en problemas sobre la aldea Santa Ana de La Antigua Guatemala, topó contra los cables del tendido eléctrico nacional, arrancando tres de ellos de las torres que sobre las montañas salvan el claro de la aldea. El piloto controló la nave y aterrizó, metros adelante, en terreno llano. Los daños materiales fueron pocos. Los cables cayeron sobre techos y los árboles de la calle que preví cuando diseñé el conjunto habitacional donde resido, que amortiguaron el golpe; el colapso causó crisis nerviosa a vecinos afectados.
El riesgo es directamente proporcional a la densidad de la población sobre la que pasan.
El riesgo, amenaza, peligro y potencial daño del vuelo a baja altura de esos aparatos es directamente proporcional a la densidad de la población sobre la que pasan o sobre la presencia de bienes culturales, como es el caso que comento, que por razones de veleidad se practica. Son las autoridades de protección de los bienes culturales las obligadas a velar por que se prohíba su sobrevuelo, en función del peligro que representan. Los antecedentes existen, pero su práctica se burla en función directa del poder del dinero.
A finales de 1980 ocurrió un trágico accidente de un vuelo que despegó del aeropuerto en Ciudad Flores, Petén. Un ciudadano publicó en la prensa nacional un artículo advirtiendo sobre el riesgo que la cercanía de ese aeropuerto representaba para el Parque Nacional Tikal, patrimonio cultural y natural de la humanidad. El dictamen del licenciado Alfonso Ortiz Sobalvarro, asesor jurídico del Ministerio de Cultura y Deportes, sobre el riesgo señalado y los dramáticos efectos que podría causar un accidente sobre las pirámides de aquel magnífico conjunto monumental, permitió a la ministra Ana Isabel Prera solicitar a la Dirección General de Aeronáutica Civil cerrar el aeropuerto y prohibir el sobrevuelo de todo tipo de nave aérea sobre aquel parque nacional; lo que se hizo de inmediato.
Por su parte, los vecinos de La Antigua Guatemala al inicio del nuevo siglo gestionaron la prohibición para que helicópteros privados y comerciales volaran por encima de sus casas y monumentos de la ciudad. La vibración que producen afecta a los frágiles elementos arquitectónicos no consolidados; el ruido que generan es ensordecedor y resulta incómoda la invasión a la privacidad e intimidad de los patios y terrazas. Lograron la prohibición; pero rápidamente fue burlada.
El riesgo dejó de ser latente, para convertirse en una real amenaza la mañana del domingo 9Sept2012, cuando un helicóptero con fotógrafos contratados por el Instituto Guatemalteco de Turismo (INGUAT) cayó sobre una casa de habitación en la 1ª avenida sur, distante una cuadra del conjunto monumental San Francisco El Grande, templo de peregrinación a nivel centro americano, que guarda los restos mortales del Santo Hermano Pedro de san José de Betancourt. En esa ocasión los daños solo fueron materiales, pero esa condición no debe ni puede argumentarse como atenuante del riesgo, amenaza y potencial daño que representan los incontables vuelos diarios de naves que acosan a la población y ponen en peligro la conservación del conjunto urbano y arquitectónico de La Antigua Guatemala. No está demás recordar que fue declarada Monumento Nacional en 1944, Ciudad Monumento de América en 1965; está protegida por la Ley Protectora de 1969, incluida en la Lista del Patrimonio Cultural de la Humanidad de Unesco (1979) y vuelta a proteger por la Constitución Política de la República de Guatemala de 1985. Su vocación es ser habitacional, cultural y turística, de la que depende, en buena medida, la imagen internacional de nuestro país.