META HUMANOS

Honrar el poder del voto femenino

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Si bien la población mundial femenina asciende al 49.2% de la población total, por siglos las mujeres estuvimos completamente excluidas de la posibilidad de elegir a nuestros gobernantes, no digamos de la posibilidad de ser electas para un cargo público.
A veces se nos olvida que el derecho de ir a votar —que a veces tomamos a la ligera e incluso con desánimo— fue una posibilidad impensable para nuestras bisabuelas y tatarabuelas.

El camino para que las mujeres podamos votar hoy inició hace más de 200 años, tras la Revolución Francesa, cuando en 1791 las mujeres empezaron no solo a soñar, sino a activar la posibilidad de hacer realidad el ejercicio de sus derechos políticos y ciudadanos, a través de la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. Un acto que significó un salto histórico hacia la equiparación jurídica de la mujer, la igualdad de derechos y el sufragio femenino.

Sin embargo, no fue sino hasta 1869 (78 años después) que dos mujeres norteamericanas fundaron la Asociación Nacional para el Sufragio Femenino, lo que dio paso a que, en la siguiente década, surgiera un movimiento global para garantizar el voto femenino.

Veinticuatro años más tarde, en 1893, Nueva Zelanda se convierte en el primer país en el mundo en hacer realidad el sufragio para la mujer. En Europa, el primer país que reconoció este derecho fue Finlandia, en 1907; mientras que en América Latina fue Uruguay, en 1927, el primer país en dar tan importante paso.

En Guatemala, en cambio, el voto femenino fue posible hasta octubre de 1944, cuando la Junta Revolucionaria que tomó el poder en el país tras la caída de Ubico reconoce por primera vez el sufragio femenino, pero solamente para las mujeres letradas, una decisión excluyente y con claras limitaciones para la mayoría de mujeres guatemaltecas.

' Nos sintamos representadas o no, las mujeres debemos honrar nuestro derecho al voto.

Claudia Hernández

El sufragio universal se hace realidad en Guatemala en 1965, cuando se establece el derecho a ejercer el voto de todo ciudadano mayor de edad, sin distinciones de género o económicas. La mujer se menciona por primera vez dentro de nuestro marco legal hasta la creación de la Constitución Política de la República de 1985, específicamente en el artículo 4.

Si bien las mujeres tenemos poco más de 50 años de poder votar, hoy en día somos mayoría en el padrón electoral, pues conformamos el 54% del mismo. Según datos del Tribunal Supremo Electoral, el total de personas empadronadas al 24 de marzo de 2023 asciende a 9 millones 316 mil 422, de las cuales 5 millones 31 mil 716 son mujeres.

Nuestro poder de incidencia es alto, no solo en número, sino, sobre todo, por los roles que cada una desempeñamos en la sociedad como madres, maestras, abuelas, parejas, amigas, líderes y compañeras de misión.

Así que, por difícil que se vea el panorama electoral 2023, nos sintamos representadas o no, hoy, más que nunca, las mujeres debemos honrar nuestro derecho al voto reconociéndolo como uno de los derechos y obligaciones ciudadanas más importantes de ejercer en una sociedad democrática.

Debemos informarnos para ejercer un voto consciente, responsable y bien pensado que nos permita elegir a gobernantes, hombres o mujeres competentes y éticos, con nombre y apellido (y no solo por partido). Para soterrar en las urnas a los modelos de gestión corrupta e ineficiente que nos tienen como estamos, y sobre todo para atrevernos —como un día lo hicieron nuestras antepasadas— a participar desde donde estemos en la construcción de la Guatemala en la que queremos vivir y la que queremos heredar.

ESCRITO POR:

Claudia Hernández

Psicóloga clínica, especializada en conocimiento, aprendizaje y gestión del conocimiento. Actualmente es directora del Campus de la Universidad Rafael Landívar en Quetzaltenango.