Medio siglo, visto desde la perspectiva del ser humano cuya expectativa de vida anuncia el proceso regresivo de su existencia, no es poca cosa. Sin embargo, para una ciudad no es nada, pues su tiempo tiene otra dimensión, medida por el ciclo de generaciones y su devenir histórico, en el que entran en juego infinidad de factores, entre los cuales la huella humana queda reflejada, para bien o para mal.

Todas las ciudades tienen su historia, lo que no las hace necesariamente históricas. Esa calidad la da el hombre y su actuar, su organización social y su empeño por alcanzar la calidad de vida que desea para sí, los suyos y sus descendientes; de ahí la importancia de a quién se elige para su conducción política, social, económica y cultural.

La Antigua Guatemala, como se sabe, es producto de la tenacidad de sus habitantes, puesta constantemente a prueba por la naturaleza que la destruyó en varias oportunidades, cuya reconstrucción y obra nueva dejó vestigios a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII. Entre 1773 y 1860 estuvo parcialmente deshabitada, por lo que el Neoclásico provocó sutiles cambios en las casas. Por razones económicas, el siglo XX impactó poco, por lo que su conservación es producto de la pobreza; aunque también es notoria la mala arquitectura hecha particularmente en los interiores durante los años 40-60.

La Carta Internacional para la Conservación y Restauración de Monumentos y Sitios (Carta de Venecia 1964) coincidió con el interés de historiadores, abogados y arquitectos por la conservación de La Antigua Guatemala, que para entonces lucía deterioro en su paisaje urbano-arquitectónico. El momento fue propicio, pues en los funcionarios de Estado prevalecía el profesionalismo, la ética y el espíritu de servicio, inherentes a la función pública.

El 28 de octubre de 1969, el presidente, primer y segundo secretarios del Congreso, Enrique A. Claverie D., Augusto Rosales Arriola y Hugo Rafael Carías Recinos, respectivamente, firmaron el decreto No.60-69, Ley Protectora de la Ciudad de La Antigua Guatemala. Y el 21 de noviembre, con el consabido publíquese y cúmplase, firmaron el presidente de la República, Julio César Méndez Montenegro, y el ministro de Educación, Carlos Martínez Durán.

En sus primeros tres artículos, la Ley Protectora definió el futuro de la histórica ciudad, declarando de utilidad pública y de interés nacional su protección, conservación y restauración; creando el Consejo Nacional para la Protección de La Antigua Guatemala (CNPAG) para cumplir con esos fines; y definiendo su conformación directiva, técnica y administrativa.

A partir de eso la ciudad se convirtió en ejemplo de conservación para la región y consolidó su vocación habitacional, cultural y turística, de la que se deriva su imagen como símbolo de identidad cultural de los guatemaltecos.

Con el fin de garantizar su subsistencia, el Consejo Cívico de Vecinos de La Antigua Guatemala propuso al Congreso de la República un pliego de reformas a la Ley Protectora, que en esencia trata los puntos vulnerables después de tantos años: área de conservación, integración del CNPAG, régimen económico y multas, propuesta que fue consensuada entre instituciones, asociaciones y vecinos. Con el visto bueno de la Comisión de Cultura, pasó las dos primeras lecturas, estando pendiente la tercera, por artículos.

Para celebrar estos primeros 50 años, el colega Rodolfo Asturias Méndez presentará el jueves 21Nov2019, con el apoyo del Centro Histórico de la ciudad de Guatemala, en Casa Ibargüen (Frente al Palacio de Correos), su trabajo: Restauración del Templo de San José Catedral, La Antigua Guatemala, Sept1985-Dic1989.