CON OTRA MIRADA

La Antigua, víctima de su propia belleza

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La importancia, elegancia y calidad de Santiago de Guatemala (1543-1773) no es comparable a la de sus contemporáneas capitales de los virreinatos de la Nueva España (México 1535) y Perú (Lima 1542). Tiene, sin embargo, las de la modesta sede de la Capitanía General del Reino de Guatemala, que cobijó una de las primeras universidades del continente e imprentas, al tiempo que cultivó una extraordinaria producción escultórica religiosa que exportó y aportó elementos arquitectónicos dignos de encomio, lo mismo que sistemas constructivos y uso de materiales locales, como la puzolana, cemento natural de origen volcánico, que permitió su subsistencia y resistencia a los sismos que la afectan desde siempre.

' De ser fuente de inspiración, corre el riesgo de que se la presente como un centro comercial.

José María Magaña

Su reconocimiento como patrimonio mundial en 1979, ya como La Antigua Guatemala, se debe al obligado traslado ordenado ante los daños sufridos por el terremoto del 29 de junio de 1773 y que, al quedar abandonada, la naturaleza enriqueció con el aura mágica de una ciudad en ruinas. Su belleza arquitectónica, con diferentes alcances, cualidades y calidades ha sido fuente de inspiración a lo largo de la historia.

Destaca el período del presidente Jorge Ubico (1931-1944), quien se hizo asesorar por los mejores arquitectos, ingenieros y constructores: Rafael Pérez de León, Luis Ángel Rodas, Enrique Riera y Manuel Moreno, entre otros, quienes tuvieron a su cargo el Palacio Nacional, con su zócalo exterior tomado del templo franciscano y las pilastras abalaustradas de santa Clara. El Palacio de Correos y Telégrafos, con ventanas octogonales, propiamente antigüeñas, separados por la 12 calle, unidos por un arco, evidentemente tomado del Arco de las Catalinas, por mencionar dos ejemplos en los que destaca la contundencia en la interpretación de los elementos y la calidad de mano de obra.

También, en los parques temáticos del Instituto de Recreación de los Trabajadores de la Empresa Privada (Irtra) se han recreado ruinas y palacios, junto a otros, de otras culturas, reduciéndolos de escala, sin otro objeto más que potenciar el mundo de la fantasía que representan.

Caso diferente es el Paseo Cayalá, al oriente de la ciudad de Guatemala, conjunto de uso mixto (habitacional, comercial, oficinas y entretenimiento) inspirado en La Antigua Guatemala, propuesto por los hermanos León y Rob Krier, propulsores de la doctrina del Neourbanismo. Su éxito deriva de la tendencia ancestral de deslumbrarse con el resplandor de las cuentas multicolores y los espejitos, solo explicable por una contemporánea actitud aspiracional.

Los elementos arquitectónicos reflejados en ese nuevo complejo, tomados de la ciudad colonial, son una vaga referencia. Carecen de la robustez ubiquista o la transitoriedad del Irtra, dando como resultado la pueril caricaturización de la arquitectura del siglo XVIII.

Para La Antigua Guatemala, este último caso representa un grave peligro, pues al parecer se pretende desconocer u olvidar la naturaleza de por qué la ciudad es lo que es, y que oportunamente su valor excepcional fue mundialmente reconocido. Por razones de moda, falta de rigor en su conservación y, sobre todo, por el grave influjo comercial al que está sujeta, obras de mantenimiento sin el necesario fundamento técnico, profesional y científico atentan en contra de su integridad, en función del valor que la historia, el tiempo y las circunstancias le han dado.

De ser fuente de inspiración, por su belleza, corre el riesgo que se la trate y presente como un centro comercial a cielo abierto, como Cayalá, haciéndole perder así su vocación de ciudad habitacional, cultural y turística, peligro al que exhorto no se la exponga.

ESCRITO POR:

José María Magaña

Arquitecto -USAC- / Conservador de Arquitectura -ICCROM-. Residente restauración Catedral Metropolitana y segundo Conservador de La Antigua Guatemala. Cofundador de la figura legal del Centro Histórico de Guatemala.