“La comunicación humana es la clave del éxito personal y profesional”. Paul J. Meyer

Nosotros los humanos en esta sociedad en la que compartimos un espacio, cuando determinamos convivir debemos tener claro que el elemento que debe hacer nuestra convivencia trascendente y primordial tiene que ser nuestra capacidad de comunicarnos, no solamente en el idioma sino también en las prácticas culturales que aceptamos como nuestra identidad.

Desde que nos iniciamos en esta vida, los mayores se toman la tarea fundamental y progresiva de enseñarnos a comunicarnos con quienes nos rodean, y cuanto antes uno aprende las reglas de la comunicación, se da cuenta de que muy fácilmente se integra a los diferentes grupos que forman nuestra sociedad y entendemos que cada círculo tiene sus reglas de comunicación, las cuales no podemos cuestionar, pero debemos reconocer para sentirnos parte del grupo.

Es algo real que en cada uno de nosotros debe de haber el interés en la comunicación. Claro está que por los diferentes temperamentos que tenemos puede haber una diversidad de los modos en como nos integramos a los grupos y en la intensidad con la que nos comunicamos. Las vivencias previas nos pueden afectar en el sentido que nos pueden hacer menos dispuestos a la comunicación o a ser muy selectivos con quienes disponemos comunicarnos y que en algunos casos queremos guardar una prudencial distancia por lo que previamente hemos vivido.

Cuán importante es para los mayores que están a nuestro cargo en los años formativos de nuestra vida que nos instruyan además de guiarnos para saber las alternativas y también las limitaciones que se deben tomar en cuenta en la comunicación. No es extraño que cuando estamos con ellos, en algunas ocasiones una simple mirada de ellos nos deja saber que debemos conservar silencio o recordar los encargos que nos dieron en lo que a comunicación se refiere.

Cada uno de nosotros tenemos vivencias en el pasado, en los que deberíamos de haber callado, pero por no haberlo hecho hemos vivido momentos no solo desagradables, sino que también situaciones que de algún modo u otro nos han comprometido. La verdad está en el criterio de aprender de nuestros propios errores y corregirnos. Esto se nos considera una clara evidencia de una conducta de madurez.

Razón tenían nuestros mayores cuando nos recomendaban que antes de hablar deberíamos de pensar en las consecuencia de lo que decimos y a quien se lo estamos diciendo, porque una vez dicho, por más que nos estemos disculpando, no podemos eliminar de la mente de los que nos escucharon lo que dijimos y cambiar el concepto que ellos tienen de nosotros por lo escucharon.

Bienaventurados los que tienen la suficiente disciplina de evaluar lo que están pensando antes de abrir la boca para compartirlo.

Deberíamos ser muy analíticos en evaluar nuestras relaciones y conocer cuales son los intereses comunes que tenemos para que estos puedan crear los espacios para ir cultivando comunicaciones que sean provechosas para todas las partes.

Por eso es de sabios pensar dos veces y hablar una sola vez. Esto minimiza los riesgos y mejora nuestras relaciones interpersonales. Esto habrá de enriquecer todas las relaciones que queremos cultivar, no solo para hoy, sino para el resto de la vida.