ALEPH
La condición humana
El título de este artículo es prestado del libro con el mismo nombre, de Hannah Arendt, uno de los referentes fundamentales del pensamiento actual. Ante la crisis de la política y la filosofía, su pensamiento sigue teniendo una gran vigencia para intentar desentrañar cuestiones históricas y políticas. Hoy usaré lo que ella llamó en uno de sus primeros textos (Rahel Varnhagen: vida de una judía), la categoría de “paria”. Arendt era mujer, pensaba en libertad y era judía, lo cual hizo que conociera bien esta condición.
' Para los migrantes el respeto por todo lo hecho. No son parias, son humanos.
Carolina Escobar Sarti
“Paria”, desde ella, es mucho más que una persona desarraigada o sin patria, más que un outsider, y está lejos de solo querer escalar socialmente. Los parias son personas con un instinto de sobrevivencia casi enfermizo, capaces de negarse a sí mismas para seguir siendo parte del mundo. En la obra Rahel Varnhagen hay una pregunta que hace Arendt y que hoy quiero usar pensando en los migrantes deportados a Guatemala: “¿Cómo es posible vivir en el mundo, amar al prójimo, si el prójimo —o incluso tú mismo— no acepta quién eres?” A partir de allí, ella busca construir una teoría de lo público y explicar que cualquier totalitarismo no es un fenómeno que deba explicarse solo desde la historia, sino también desde la filosofía. Para ella “el totalitarismo busca, no la dominación despótica sobre los hombres, sino un sistema en el que los hombres sean superfluos”. (Pensemos que no todos los totalitarismos son tan evidentes). Para Arendt, el criminal Eichmann fue para mí como Trump ahora. Ella dijo entonces: “Me impresionó la manifiesta superficialidad del acusado, que hacía imposible vincular la incuestionable maldad de sus actos a ningún nivel más profundo de enraizamiento o motivación. Los actos fueron monstruosos, pero el responsable —al menos el responsable efectivo que estaba siendo juzgado— era totalmente corriente, del montón, ni demoníaco ni monstruoso”.
Ese hombre superficial y de la masa que sigue cometiendo actos monstruosos en contra de la humanidad, la salud, la ciencia y el planeta es Trump. Su única diferencia son sus millones, y su característica principal no es solo su estupidez, sino el aislamiento de la realidad y la certeza de que su poder se deriva de actuar en común con otras personas superfluas como él, que se han puesto de acuerdo y por voluntad (lo que Arendt llamó coacción no coactiva) gracias a la imposición de las ideas y la regulación a través de un vínculo institucional conocido (la academia, la iglesia, el partido político, el sistema judicial, etc). Eso llevó a Arendt a decir que ningún totalitarismo es capaz de soportar lo nuevo, lo creativo, porque se basa en la lógica del campo de concentración.
Vamos aterrizando en la situación de los migrantes actuales (o parias) desde varios puntos: desde la insistencia de Trump de tratarlos como criminales y recluirlos en jaulas; desde la ausencia de Estado y de políticas públicas en sus países de origen; desde los lugares fronterizos donde están encerrados, incluso niños y niñas, en condiciones infrahumanas; desde la complicidad de los gobiernos de los países de tránsito con el gobierno de EE. UU.; desde la ignorancia y estupidez que han hecho que sean tratados como criminales también por algunos connacionales ante la epidemia del covid-19; desde la nula o escasa respuesta de instancias nacionales e internacionales obligadas a recibirlos observando ciertos protocolos. Y el último punto: el año pasado, las remesas enviadas por los migrantes fueron el principal sostén del sector externo de la economía del país e igualaron en importancia a las exportaciones de bienes y servicios, sostenidas por años con beneficios fiscales y mentiras convenidas (coacción no coactiva). Para las y los migrantes que llegan, el reconocimiento y el respeto por todo lo hecho. No son parias, son humanos.
“¡Abajo la inteligencia! ¡Viva la muerte!”, gritó el general fascista Millán en 1936, antes de que España viviera cuatro décadas de dictadura. Parecidos gritos se oyen hoy en el gobierno del norte.