Por folklore se entiende el conjunto de expresiones culturales de un pueblo: historias orales, medicina popular, leyendas, artesanía, creencias y costumbres, y por extensión, la disciplina que las estudia. Es un anglicismo formado por las palabras folk (pueblo) y lore (tradiciones). En español es folclore o folclor, y se le considera parte de la identidad cultural de un pueblo.

En Guatemala, el término se banalizó, por no decir prostituyó, convirtiendo aquel conjunto de expresiones culturales en una pobre postal turística, demeritando, en la mayoría de los casos, las culturas ancestrales que tanta riqueza dan a esta pequeña nación y territorio, que constituyen una importante razón para que exista la industria del turismo en nuestro país.

Como lo expuse en oportunidad anterior, con el golpe de Estado de 1982 fue derogada la constitución política y electa una Asamblea Nacional Constituyente. Funcionarios dedicados a la cultura, por entonces diseminados en la Dirección General de Cultura y Bellas Artes, Instituto de Antropología e Historia y Consejo Nacional para la Protección de La Antigua Guatemala, bajo la tutela del Ministerio de Educación; la Asociación Guatemalteca de Autores y Compositores (Agayc) y el Centro de Estudios Folklóricos de la Usac, vieron la oportunidad para plantear el sueño de una institución dedicada a la conservación, promoción y desarrollo de la cultura, para dejar de depender de un ministerio cuyas prioridades cada año hacían menguar los fondos dedicados a otros menesteres, como la cultura.

Como suele suceder, además de la capacidad, conocimiento y pasión para ejercer cambios, resulta vital contar con el apoyo de conocidos que llegan a tener alguna cuota de poder. Así, el maestro Baudilio Ordóñez Mogollón fue clave. Siendo diputado constituyente, invitó a la Comisión de los 30 de la Asamblea, presidida por Oliverio García Rodas, a una reunión de acercamiento con la junta directiva de la Agayc. Durante la reunión, con 26 de sus 30 integrantes fue entregado un borrador de lo que se deseaba fuera la Sección Cultura, separada del capítulo Educación. Su Presidente sugirió presentar la propuesta por escrito dirigida al doctor Héctor Aragón Quiñonez, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente.

Mediante nota de fecha 13Sept1984, los ilustres ciudadanos comprometidos con la cultura de nuestro país, maestro Lester Homero Godínez, profesora Delia Quiñónez de Tock, arquitecta Julia Vela y licenciado Lisandro Godínez, pidieron crear la Sección Cultura. La carta incluyó: exposición de motivos, solicitud, contenido y anexos. La presencia de la licenciada Eunice Lima como constituyente ayudó para que la iniciativa quedara plasmada en los artículos del 57 al 65 de la Constitución de 1985.

El Artículo 65. “La actividad del Estado en cuanto a la preservación y promoción de la cultura y sus manifestaciones, estará a cargo de un órgano específico con presupuesto propio.” permitió al Jefe de Estado crear el Ministerio de Cultura y Deportes, mediante el Decreto Ley 25-86 del 13 de enero de 1986.

El valor y la importancia de los aportes de aquella culta pléyade de funcionarios públicos están ahí y constituyen, ni más ni menos, la guía perfecta para un plan de trabajo para quien tenga el privilegio de ser nombrado Ministro.

Hasta ahora el Ministerio creado no satisfizo las expectativas que el reto impuso, en parte por la frívola tendencia de folclorizar la cultura y etnicizar la cartera, para usar el término acuñado por el académico Marco Vinicio Mejía. Deficiencia que debe subsanarse a fin de potenciar el bagaje de nuestra multiculturalidad, nombrando a la persona idónea.