IMAGEN ES PERCEPCIÓN
La decadente imagen de nuestros gobernantes
Las personas que estamos fuera del ámbito gubernamental, o sea la mayoría, no sabemos a ciencia cierta cuáles son los siniestros planes que están ejecutando los funcionarios que ocupan actualmente el poder. Es muy desgastante tener que enterarnos de todas las descaradas y espurias acciones que están llevando a cabo con el fin de evitar a toda costa que tome posesión el presidente electo, que, aunque a muchos no les gusta, fue quien obtuvo el triunfo en las pasadas elecciones.
' Guatemala vive una crisis política como nunca antes se había visto.
Brenda Sanchinelli
Si hubo algún fraude, como dicen, debió haberse denunciado en el tiempo procesal preciso, presentando las pruebas ante las autoridades pertinentes y a la población. Porque de otra manera, por tratar de demostrar alguna ilegalidad o fraude a destiempo, se están cometiendo aun más ilegalidades y causando una gran inestabilidad en el país que recae en la población que trabaja honradamente.
Guatemala vive una crisis política como nunca antes se había visto, ninguno de los poderes del Estado es confiable ni legítimo, pues no están trabajando para la Nación, sino por sus intereses particulares. La gobernabilidad está en peligro, creando gran inestabilidad social, política y económica. El Departamento de Estado de Estados Unidos ya les ha revocado la visa a cientos de estos nocivos funcionarios públicos y a sus familiares, por acciones antidemocráticas y de corrupción. Sin embargo, estas personas han declarado que esta situación no les afecta. O sea, en buen chapín, ¡les viene sobrando!
La imagen política que proyecta el presidente de una nación envía todo el tiempo mensajes que, consciente o inconscientemente, generan una opinión pública, que afecta el imaginario colectivo de la audiencia. En este caso, nuestro presidente no solo es mal visto dentro del país, sino que internacionalmente genera una pésima y deplorable imagen. Ha sido catalogado como el peor presidente que ha tenido Guatemala. Y él debería considerar que quien ostenta un puesto de este nivel sabe que, al entrar a la política, estará expuesto al escrutinio de una nación entera, por lo que sus acciones y discursos deberían ser cuidadosamente estudiados, para mantener cierta aceptación y amortiguar el desgaste natural que provoca estar en el poder.
Pero cuando a este personaje ya no le importa lo que opine de él la mayoría de los ciudadanos, y mucho menos la comunidad internacional, para tratar de enmendar sus acciones o enderezar su camino, entonces, definitivamente, el país va a pique, en caída libre. Dicen que el poder corrompe, e indiscutiblemente ese es el caso de Guatemala. Al punto de que, si de casualidad llega alguien honrado a un cargo público, si no acepta ser parte del sistema corrupto lo despiden, lo eliminan, lo chantajean o le inventan un caso para encarcelarlo. Entonces, ¿quién quiere ahora trabajar para el Estado?
Lo terrible es que el presidente de la República no está solo en este barco. Sus otras colegas, presidentas de los otros dos poderes del Estado, están exactamente en esa misma situación. El sistema de justicia está totalmente corrompido, situación que es muy preocupante pero que, lamentablemente, la ciudadanía fue permitiendo paulatinamente, creció cada vez más y se convirtió en un monstruo, hasta llegar a estos incontrolables escenarios.
La situación preocupa sobremanera a la comunidad internacional, y se anunció recientemente que la OEA analizará en una sesión extraordinaria, en Washington, para discutir sobre la crisis política que atraviesa Guatemala, a tan solo dos meses del cambio de gobierno. La corrupción es un cáncer que nos está destruyendo, necesitamos una mayor cultura de transparencia entre los organismos públicos, el sector privado y la sociedad civil.