LA BUENA NOTICIA

La difícil tarea de la paz verdadera

|

“Para conseguir la paz se necesita valor, mucho más que para hacer la guerra”, indicaba el papa Francisco en su visita a las Naciones Unidas en el 2015. De hecho, la tan anhelada paz requiere en su construcción la toma de decisiones que provocan tantas veces el rechazo, porque no se la comprende, o porque en el fondo “se vive del conflicto”.

La buena noticia de mañana domingo contiene una de las frases más extrañas salidas de la boca del Príncipe de la Paz: “¿Piensan que he venido a traer la paz a la tierra? De ningún modo, no he venido a traer la paz, sino la división” (Lucas 12, 49ss). Extraña, si se piensa y repasan mentalmente los villancicos navideños como Noche de paz, noche de amor. Y sin embargo Cristo se refiere a la paz auténtica, de la que ya se ha dicho, requiere opciones a favor de la justicia y de la verdad, como en el caso del profeta Jeremías, echado al pozo por sus compatriotas porque se oponía a una paz ilusoria, fruto al final de componendas políticas entre Israel y Egipto —véase la historia de Jeremías en su libro— y denunciaba la “paz de propaganda”: “Dicen a mi pueblo: Shalom, shalom, pero no hay shalom… porque tratan por encima las heridas de mi pueblo (Jeremías 6, 14). Cierto, Jeremías es al final salvado del pozo por la intervención de un hombre de buena conciencia, Ebed-Mélek —Siervo del Rey— pero su historia queda como ejemplo del “hasta dónde” se puede hacer de la paz una propaganda, un analgésico pasajero sin curar a fondo las causas del conflicto, de la división, de la muerte.

Es así que otro profeta, inspirador de las primeras Jornadas de Oración por la Paz que ya soñaba San Paulo VI y que realizó tan bien San Juan Pablo II, indicaba: “La paz es el fruto de la justicia” (Isaías 32,17). Se propone, pues a toda conciencia que desee a fondo la paz como condición de vida digna para la persona: 1) Conocer la situación real de esas personas: de hecho, el error de los reyes de Israel era “vivir en el encanto del mundo cortesano” no falto de corrupción e ignorar la fractura de la fraternidad de los habitantes de a pie del pueblo: no solo su “falta de pan o bienestar”, sino su progresivo alejamiento del Dios verdadero (J. L Sicre -1940- en “El profetismo de Israel”). El constructor de la paz social debe por tanto ser cercano al punto de “ponerse en los zapatos del otro” y procurar tratarlo como él mismo quisiera ser tratado (Papa Francisco, ONU 2015).

' Que las autoridades dispuestas para el bien común tengan presente el binomio paz-justicia.

Víctor Hugo Palma

2) La construcción de la paz requiere tomar decisiones no fáciles, en la disposición incluso a sacrificar los afectos más queridos —el padre contra el hijo, el hijo contra el padre, etc.— como recomienda Jesús.

3) La construcción de esa paz puede implicar el martirio. Los mártires de la Iglesia, a los que se refiere la Carta a los Hebreos como “multitud de testigos” amaron más la causa de la paz que su propia vida. “Si alguno se propone devolver al mundo el orden y la paz, le crucifican”, dice la extraña glosa contenida en el famoso diálogo de Platón La República. Pero, sobre todo, la paz como punto requiere del volverse a Dios en actitud sincera, alejándose de cultos que no confrontan la conciencia con la verdad y con el trato al hermano como verdadero “prójimo”.

Que los momentos de estreno en la vida social guatemalteca cuenten con verdaderos “constructores de la paz” como compete a las autoridades dispuestas para el bien común. Que su conciencia tenga presente el binomio inseparable paz-justicia y que cuenten con la intercesión de aquella Reina de la Paz, celebrada estos días en Guatemala, madre de los “verdaderos instrumentos de Dios” de los que está escrito: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5,9).

ESCRITO POR:

Víctor Hugo Palma Paul

Doctor en Teología, en Roma. Obispo de Escuintla. Responsable de Comunicaciones de la CEG.