Si me permite

La disciplina que es voluntaria no esclaviza

Las prioridades se conservan con la aplicación de disciplina que nace en la voluntad.

“La disciplina te lleva donde la motivación no alcanza”. Marco Aurelio

Todos nos trazamos metas y de alguna manera nos proponemos alcanzarlas. Por ello cada paso que damos debemos de definir si este nos acerca a la meta o no y de cada oportunidad que tenemos en hacer algo se debe evaluar cuánta afinidad tiene con lo que nos hemos propuesto alcanzar. Este planteamiento, a primera vista, pareciera que nos estamos esclavizando y perdemos la libertad para hacer lo que nos gusta. Esto aparentemente podrá ser verdad, pero es gratificante lograr nuestras metas.

El crimen es ocupar el tiempo en lo que nos gratifica, pero que no necesariamente sea productivo.

La manera en que podemos ilustrar cómo la disciplina funciona es en situaciones a las cuales queremos llegar a algún lado porque tenemos interés. Claro, tenemos que evaluar dónde estamos y cuál es nuestro destino. Y una vez que emprendemos el camino, habremos de ver cosas que nos interesan, pero debemos determinar cuánta importancia tienen como para distraernos de donde queremos llegar. Esto explica que una vida disciplinada se desarrolla a pesar de los gustos y por encima de las oportunidades que se nos presentan en el diario vivir. Deberíamos evaluarnos si nuestro modo incluye la determinación en lo que estamos haciendo.

Las metas que cada uno tenemos es un punto donde ponemos la mirada para alcanzar lo que nos hemos propuesto. La mejor figura que nos puede ayudar en entender es la persona que está ejercitándose en el tiro al blanco y con el ojo puesto en la marca donde quiere que el tiro llegue. La mayor gratificación es que este llegue donde había colocado la mirada. En la sociedad actual hay muchísimos elementos que nos habrán de distraer de lo que nos proponemos hacer. El error fatal es culpar a otros, si es que eso se da. Pero si admitimos la culpa, aprendemos de nuestro error y difícilmente se repetirá.

La vida, en su devenir, nos da el privilegio de soñar en lo que queremos alcanzar, pero esos sueños, una vez evaluados con toda madurez, debemos entender si pueden ser una realidad por lo que nosotros somos y por lo que nosotros podemos hacer. Por eso soñar no es error ni es pecado, pero puede ser como un recreo para luego reencauzarnos en lo que ya nos hemos propuesto y no permitir que por haber soñado algo perdemos de vista aquello que no solo nos habrá de favorecer, sino que nos preparará para la siguiente etapa y, de ese modo, con una disciplina no esclavizante, pero sí determinante, paso a paso podemos acercarnos a nuestra meta y probablemente con la admiración de muchos de los que nos rodean, pero con la gratificación personal que todo esfuerzo no solo valió la pena, sino que está dando el fruto esperado.

El razonamiento planteado anteriormente nos desafía individualmente a estructurar nuestras metas, las cuales, libres de una gratificación egoísta, puedan ser para bien de todos aquellos que comparten la vida con nosotros y, de este modo, estaremos haciendo la historia de nuestra vida que de alguna manera podrá hablar bien de nosotros, sin que nosotros tengamos que estar justificando el porqué de lo que hemos planificado y hacemos. La generación que nos sigue necesita de la vida de hombres y mujeres que inspiran a retos mayores, para que ellos no caigan en un conformismo cruel que nos lleva a más atrasos, los cuales son desagradables.

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.