ALEPH

La endogamia de los corruptos

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La endogamia tiene consecuencias. Se nota en Guatemala, donde por siglos se han casado entre miembros de las mismas familias, castas, comunidades o condiciones sociales. Esto ha significado no solo la pérdida, en el tiempo, de una serie de aptitudes biológicas, sino también diversas taras asociadas y mayores probabilidades de contraer cualquier tipo de enfermedad a los descendientes de estos matrimonios endogámicos. Léase esto último literal y metafóricamente.

' Esta endogamia sí que es peligrosa para el sistema electoral y de partidos políticos.

Carolina Escobar Sarti

Por otra parte, cuando hablamos de la endogamia a nivel social, sabemos que esta práctica permite a un grupo de individuos rechazar la incorporación de otros que no pertenecen a su grupo, ya sea para el matrimonio o para la reproducción. Como dijo un presidente bastante afecto a este tipo de prácticas, hará unos 25 años: “Acá toleramos a todos, siempre y cuando cada mico esté en su columpio”. Los grupos endogámicos pueden pertenecer a una misma religión, a un mismo grupo étnico, a una misma clase social, a una misma familia, a una misma empresa, a una misma área geográfica. El corazón de la endogamia está en defender a su grupo por cualquiera de las condiciones antes descritas, no importando si el comportamiento social de ese grupo es ética y moralmente legítimo, o no. La mafia siciliana, por ejemplo, era total y peligrosamente endogámica. Las mafias guatemaltecas, también.

A lo largo de los siglos, la endogamia se ha relacionado, principalmente, con la intención de mantener el poder en determinada familia, clase social o política, o en diversas elites. No es para nada malo que cada grupo tenga sus normas, códigos y costumbres, porque estos son elementos de unión y enlace que generan cierta sana endogamia que permite a los grupos protegerse y evitar rivalidades con otros grupos semejantes. Así entendida, la endogamia puede llegar a interpretarse, incluso, como un mecanismo de apoyo mutuo entre sus miembros. “Te ayudo y me ayudas”, por ejemplo, sería una frase para esto.

Pero, y aquí viene el pero, la endogamia practicada por las alianzas mafiosas que se quieren perdurar en el poder, sin importar el ámbito, son muy peligrosas. La endogamia en la práctica laboral, por ejemplo, es rechazada desde un enfoque ético, porque tiende a proteger a las personas que son parte de un grupo, sin tener en cuenta la legitimidad de su comportamiento. Supongamos que hay malas prácticas en una empresa, y que estas prácticas se tapan, silencian y justifican con la complicidad de personas de los diversos niveles de la organización. Eso sería muy peligroso para la empresa, para sus trabajadores y para los clientes.

Supongamos ahora que la endogamia sucede en un partido político, o peor, en una clase política que secuestra a un Estado que tiene muchas reglas, pero donde se practica el lawfare y la ley termina sirviendo a los poderes que gobiernan. Tal como sucede ahora en Guatemala, que ha quedado más desnuda que nunca, en tiempo de elecciones. La endogamia practicada por ciertos sectores del pacto de corruptos fue capturando, poco a poco, a las instituciones claves del Estado para garantizarse impunidad, complicidad, represión y sostenimiento del statu quo. Hoy, el Congreso, la universidad pública, las cortes, el Ministerio Público, el Ejecutivo y el Tribunal Supremo Electoral están bastante alineados en función de las mafias endogámicas guatemaltecas. De allí nacieron unas elecciones 2023 que son un fraude, desde su concepción. “Se tapan con la misma chamarra”, “son coyotes de la misma loma” o “están comprando impunidad”, serían algunas frases para ello.

Esta endogamia sí que es peligrosa para el sistema electoral y de partidos políticos, para las instituciones del Estado guatemalteco, para la democracia, para la ciudadanía, para las generaciones presentes y futuras del país. Porque pide complicidades, porque pide impunidad, porque pide que se aplique la justicia a dedo, porque los litigios se vuelven malas venganzas, porque pide hambre de unos para que otros se harten, y porque pide una dictadura que solo sabe a democracia un día cada cuatro años, cuando algunos van a votar.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.