Aleph

La niñez, las guerras, el poder y el futuro

Ojalá que los ojos de las niñas y los niños masacrados no persigan a los señores de las guerras en sus sueños.

Que no importa lo que pasa en Palestina, Ucrania, Haití o en las vecindades dicen. Lo cierto es que en Guatemala sobran razones para ocuparnos cada día, como la desnutrición o la cooptación del Estado por la alianza más mafiosa que se haya enquistado jamás en las instituciones estatales y en todos los niveles de nuestra sociedad. Sin embargo, también lo es que, según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (UNRWA), en Palestina han muerto en cuatro meses más niños y niñas durante el genocidio israelí que en los últimos cuatro años de conflictos bélicos alrededor del mundo. Dos tercios de los más de 32 mil palestinos asesinados son mujeres y niños.

Los señores del poder lo han vuelto a hacer. Hamás abrió las puertas del infierno el 7 de octubre de 2023 y, desde entonces, Netanyahu hizo que miles de niñas y niños palestinos entraran en él. “La gente de Gaza no está muriendo de hambre. La están matando de hambre… matar a una población de hambre es un crimen de guerra”, dijo recientemente Brendan O’Hara, miembro del Parlamento escocés. La buena noticia es que el 25 de marzo recién pasado el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas adoptó, unánimemente, la resolución 2728 y exigió un inmediato cese al fuego de Israel en Gaza, durante y después del Ramadán. Además, exigió la inmediata liberación de rehenes y la respuesta humanitaria a sus necesidades más urgentes. Sí, hablo del mismo Consejo que en 1947 votó a favor de partir Palestina en dos.

El viejo conflicto entre Palestina e Israel ha generado odios y muertes innecesarias por generaciones. Pero no podemos tener ideas simplistas de este conflicto porque es un problema histórico, religioso y geopolítico que parte de una misma demanda: la posesión de la tierra. Los hebreos y los filisteos tienen una historia común desde el siglo XIV antes de Cristo, y su lucha por un territorio los mantiene enfrentados hasta hoy. En el último siglo y medio, los nacionalismos y el antisemitismos hicieron que los judíos emigraran masivamente a Palestina en busca de la “tierra prometida”. Así, en 1948 se estableció el Estado de Israel, pero la guerra posterior llevó a 780 mil palestinos al exilio. En 1967, durante la Guerra de los Seis Días, Israel conquistó Cisjordania y la Franja de Gaza, aunque buena parte de la comunidad internacional no reconoció esta anexión.

Lo que le sucede a la niñez palestina hoy afectará a toda la humanidad, por generaciones.



En 1993, después de años de violencia, se firmó un histórico acuerdo de paz entre Arafat, líder palestino, y el primer ministro israelí, Rabin. Pero esta paz duró poco: los extremistas judíos asesinaron a Rabin en 1995 y el grupo palestino Hamás cometió una serie de atentados terroristas contra Israel. Desde entonces, los conflictos de baja intensidad no solo se han mantenido en la región, sino que han escalado a la sombra de primeros ministros israelíes como Sharon y Netanyahu.

No olvidaremos jamás el Holocausto judío, pero ningún holocausto justifica otro. Sharon fue el responsable de las matanzas de 1982 en los campamentos de refugiados palestinos de Sabra y Shatila, donde murieron más de tres mil civiles. Posteriormente, la Liga Árabe propuso un camino para la paz si Israel devolvía las “tierras invadidas”, pero Sharon rechazó la propuesta. La Autoridad Palestina también propuso un alto al fuego sin condiciones, pero la respuesta del “guerrero” (Sharon) fue aún más contundente: lanzar la mayor ofensiva militar en contra del pueblo palestino y aislar a Arafat, su líder.

Este conflicto ha sido sostenido por los señores del poder, mientras siguen muriendo miles de inocentes. Ni Arafat ni Sharon, ni Netanyahu ni Hamás, ni los líderes de las potencias que apoyan a unos y otros son niños de brazos, sino hombres formados en y para la cultura de la violencia y la guerra. Lo que le sucede a la niñez palestina hoy afectará a toda la humanidad, por generaciones. Ojalá que los ojos de las niñas y los niños masacrados no persigan a los señores de las guerras en sus sueños, o que su llanto no les impida dormir.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.