Pluma invitada

La normalización del silencio…

¿En Guatemala se respeta realmente la libertad para expresarnos?

En una sociedad la libertad de expresión oral, escrita, en imágenes, etc., es un importante derecho, y permite comunicar o compartir sin temor a ser reprimidos o castigados, todo aquello que bulle dentro de nosotros.

¿En Guatemala se respeta realmente la libertad para expresarnos?

Me refiero a una libertad de expresión responsable (mi libertad termina donde inicia el derecho de los demás) e interconectada con los ámbitos de la vida; familiar, social, económico, político, de trabajo, educativo, referente a la salud, etc., y que ayuda a relacionarnos con el entorno y el mundo.

Observo el escudo de nuestro país, que dice “libertad”, y me pregunto: ¿Aplica también para la libertad de expresión?

Esta pregunta deambula en mi mente en estos días, y recuerdo haber leído hace poco tiempo en las noticias de prensa cómo a los periodistas se les exigiría otra acreditación para asistir a conferencias de prensa en el Palacio Nacional de la Cultura. Obviamente, el problema se resolvió al hacer notar cómo esta acción violentaba el derecho de los periodistas a informar, y con ello se irrespetaba la libertad de expresión, pero me pregunto: ¿qué hubiera sucedido si ninguna persona se hubiera pronunciado en contra  de estas disposiciones, y las hubieran aceptado, así sin más?

Ahora bien, en nuestro país, el irrespeto a la libertad de expresarnos se ha llegado a “normalizar” con el paso del tiempo, en cualquiera de los ámbitos de la vida anteriormente citados. Así esta libertad de expresión más parece estar supeditada a un estira y afloja, y resulta que algunos solo observan o miden la aceptación o reacción de los ciudadanos ante estas situaciones.

Así la “normalización de este silencio”, al no expresarse por temor a la censura o simplemente al que dirán; da como resultado que cuando una persona emite opiniones, comentarios, dudas, preguntas, etc., diferentes a lo que otras personas tienen como válidos; la penalizan.

Hace algunos días, desafortunadamente, sufrí en carne propia en el ámbito de los prestadores de servicios de salud privada  la violencia psicológica que trae consigo el no poder expresar libremente nuestras dudas.

Debido a que un familiar necesitaba una intervención quirúrgica con un sofisticado equipo láser, del cual existen muy pocos en Guatemala. Este equipo láser brindaría una cirugía menos invasiva, y aminoraría los riesgos. Se contactó y acordó lo referente al procedimiento con un médico que posee dicha tecnología, y cuando se estaba por realizar los exámenes preoperatorios, el médico recetó un medicamento, mismo que, debido a sus contraindicaciones, tiene recomendaciones sobre su uso, emitidas por una agencia europea de medicamentos.

Se le consultó vía telefónica al galeno respecto de las contraindicaciones del  medicamento y, ¡oh sorpresa!, la respuesta del médico me dejó petrificada, pues le indignó la pregunta, y muy ofendido dijo que  ya no atendería a mi familiar, debido a que se dudó de él y ya no se sentía cómodo.

Aquí quería llegar, pues comprendí que cuando en una sociedad se acostumbra a “normalizar el silencio”, cualquier persona se siente con la autoridad para violentar nuestro derecho a la libre expresión, como nos sucedió cuando externamos nuestras dudas   respecto del medicamento.

Así fue como este médico le negó el derecho a ser intervenido quirúrgicamente a un enfermo, únicamente por atrevernos a expresar nuestros temores, fundados en lo que una agencia de medicamentos de un país europeo refiere. ¿En dónde quedó su juramento hipocrático?

Finalmente, ¿en Guatemala se respeta realmente la libertad para expresarnos en cualquier ámbito de nuestras vidas?

ESCRITO POR:

Patricia Muñoz Meza

Experta universitaria en requerimientos de la calidad, consultora en sistemas de gestión de la calidad y evaluación de la conformidad; gestión ambiental, análisis estratégico y desarrollo empresarial. Poeta y escritora.