Pluma invitada

La otra basura también es un problema

Democracia no es votar cada cuatro años, es vivirla todos los días.

La basura que inunda nuestras calles y se acumula en los vertederos es un grave problema. Sin embargo, padecemos de otro tipo de basura a la cual estamos expuestos a diario y que es mucho más dañina. Es la basura política, y se concentra en el Congreso y las cortes. Como muestra tenemos la decisión del pasado viernes, cuando la jueza de Mayor Riesgo D, Abelina Cruz Toscano, dictó un sobreseimiento de los cuatro delitos a favor del exministro de Comunicaciones Alejandro Sinibaldi. Con ello nos convencimos de que la corrupción y la impunidad siguen imperando en Guatemala.


Somos una república democrática y por ello la población elige a sus representantes por medio del voto. Nosotros elegimos a los diputados y ellos nombran a los jueces. A pesar de ello, quizás consideremos a la mayoría de los diputados actuales como basura, pero no olvidemos que son el fruto de nuestra sociedad, son nuestro reflejo en el espejo. Si permanecen en su curul es por el resultado de nuestro voto, sin importar si fue válido, nulo, en blanco o abstención. Por lo tanto, ninguno de nosotros puede eludir su responsabilidad en la actual crisis política. No podemos decir “Yo no tengo presidente” o “Yo no tengo diputados”. Si queremos que nuestros diputados cambien, debemos cambiar primero nosotros. Para fomentar ese cambio, hay dos lecciones que debemos aprender:


La primera es que el verdadero poder en Guatemala ya no es la Presidencia; es el Congreso y el Sistema de Justicia. Por ello, que no nos extrañe el poco avance del gobierno de Semilla. Muchas de sus iniciativas y propuestas han sido bloqueadas por el mismo Congreso, el MP y las cortes. En el futuro, no perdamos tiempo en debates entre candidatos que solo permanecen cuatro años en la Casa Presidencial. Sus acciones se verán limitadas y supeditadas a las exigencias y caprichos del Congreso. Mejor concentrémonos en analizar a los candidatos a diputados porque ellos son el verdadero poder y permanecen en su curul hasta por 20 años.

Debemos aprender de nuestros errores y para las próximas elecciones leer detenidamente quiénes integran las 10 primeras casillas de los listados propuestos por los partidos políticos.


La segunda lección es dura, ya que debemos aceptar que no sabemos votar. Nos dejamos llevar por el nombre de un partido, por una música pegajosa, por unas edecanes bonitas o por unas promesas de campaña que sabemos son mentiras. Terminamos votando por un partido sin realmente analizar quiénes son los que llegarían al Congreso. Debemos aprender de nuestros errores y para las próximas elecciones leer detenidamente quiénes integran las 10 primeras casillas de los listados propuestos por los partidos políticos. Si realmente queremos un cambio, debemos votar por el listado del partido que proponga al menor número de candidatos buscando la reelección. Si por casualidad se modifica la ley y votamos por nombre, debemos informarnos de los candidatos y votar por aquellos “nuevos” que tengan una buena reputación, cuya vida se basa en valores y que tengan una excelente trayectoria personal y profesional.


Lo anterior nos permitirá finalmente depurar el Congreso de la República y sacar a la calle a todos los corruptos. Solamente nosotros podemos hacerlo a través del voto y para ello necesitamos de información confiable y de un buen criterio para analizarla y decidir a quién apoyar. El Congreso podrá concentrar el dinero del presupuesto y definir cómo se gasta, pero el poder real está en manos de la población. Debemos aprender a ejercerlo a través de nuestro voto y de la constante supervisión a las acciones de nuestros representantes. Democracia no es votar cada cuatro años, es vivirla todos los días.

ESCRITO POR:

Carlos R. Paredes

Consultor en desarrollo institucional y empresarial. Máster en Economía Aplicada y Administración de Negocios. Ingeniero Mecánico Industrial. Exdirector ejecutivo del Campus Sur UVG. Exdecano de la Facultad de Ingeniería UVG. Catedrático universitario.