PLUMA INVITADA

La reserva moral histórica de la Revolución Guatemalteca 1944-1954

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La Revolución Guatemalteca, que va del 20 de octubre de 1944 al 27 de junio de 1954, fue uno de los hechos históricos de mayor relevancia para el país. Debido al enorme cambio que representó con respecto a las dictaduras precedentes, se le conoce también como la Primavera Democrática. Así lo resumió el célebre Luis Cardoza y Aragón cuando dijo: “Fueron diez años de primavera en el país de la eterna dictadura”.

' “Fueron diez años de primavera en el país de la eterna dictadura”, Luis Cardoza y Aragón

Salvador Montúfar Fernández

El objetivo central de este artículo es concentrar la atención en la trascendencia hasta el presente de los logros de esta Primavera Democrática. Justamente en la sociedad guatemalteca de hoy, dominada por poderes fácticos que controlan la institucionalidad del país, de manera opaca, corrupta y sin ningún tipo de vergüenza, se hace necesario preguntarnos: ¿Siempre ha sido así? ¿Siempre los políticos, en lugar de servir al país, se sirven de él? ¿Siempre los políticos han ejercido el poder de esta forma egoísta y ruin?

Estas preguntas las plantea el ciudadano y la ciudadana en el día a día. Por todos lados la corrupción campea y exhibe sus peores facetas, particularmente entre las altas esferas de los organismos ejecutivo, judicial y legislativo. Muchos analistas han llegado a afirmar que actualmente nos gobiernan, literalmente, las mafias.

En tiempos en los que la crisis moral ha derivado en esta caricatura de democracia, es importante ver hacia atrás y visualizar cómo era el actuar de quienes condujeron al país en esa Década Revolucionaria.

Los primeros en dar el ejemplo de esa reserva moral histórica, a la cual debemos hacer referencia, fueron los integrantes de la Junta Revolucionaria de Gobierno: Francisco Javier Arana, Jacobo Árbenz y Jorge Toriello. En tan solo 145 día de su mandato lograron realizar enormes cambios, como la desarticulación de la dictadura ubiquista, con sus viejas y pesadas instituciones. De igual manera lograron convocar a las primeras elecciones genuinamente libres y democráticas del país, y de igual forma a la elección de diputados a la Asamblea, que dio como resultado una nueva Constitución Política, que expresaba esos ideales de transformación anhelados por la población guatemalteca. Algo digno de admirar de estos tres líderes fue que en consenso decidieron que ninguno podía postularse para la presidencia en esas elecciones.

Con la moral en alto la Junta Revolucionaria de Gobierno le entregó el poder a Juan José Arévalo Bermejo, el presidente electo. El doctor Arévalo en sus seis años de gobierno trató de ser fiel a lo que mencionó en un discurso, en el que se señaló lo siguiente: “

Lo que ha sucedido en Guatemala no es un golpe de Estado. Es algo más profundo y más benéfico; es una revolución. No se trata simplemente de echar unos hombres para sustituirlos por otros. Se trata de transformar las bases sobre las que descansaba el corrompido orden político del ubiquismo.

Tanto el doctor Arévalo, como su sucesor, Jacobo Árbenz Guzmán dirigieron al país como verdaderos hombres de Estado. Ambos pasaron de los discursos a la puesta en práctica de los cambios que requería la sociedad guatemalteca de aquel entonces. Esa solvencia moral de ambos gobernantes era compartida por ministros de Estado, diputados y magistrados.

Los líderes de la Primavera Democrática demostraron que era posible conducir al país con una nueva moral, una moral que rompió con ese lastre heredado por las dictaduras. Hoy, a 78 años de aquella gesta del 20 de octubre de 1944, hay que pensar que como guatemaltecos sí contamos con una reserva moral histórica, que nos puede servir de apoyo para creer que una Guatemala distinta sí es posible.

 

*Historiador

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