DE MIS NOTAS

La saña contra los oficiales octogenarios debe terminar

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Difícil entender ese deseo profundo, consistente, prolongado, planificado de seguir aplicando castigo y venganza por hechos que acaecieron hace más de tres décadas. Una combinación de fanatismo ideológico mezclado con un odio y una saña profunda, disfrazado de excusas sobre el significado de la palabra justicia.

' Llevan siete años en prisión por supuestos crímenes cometidos hace 30 años, pero la saña continúa.

Alfred Kaltschmitt

Los hechos enlutaron a muchas familias guatemaltecas afectadas por el conflicto armado interno. Pero hacen invisibles a esos hijos, nietos y bisnietos de los embajadores, soldados, oficiales y civiles asesinados por ellos mismos. “Pero estos fueron ajusticiados… No es lo mismo”, dicen. Y así, la vida continúa y los retratos colgados en las paredes siguen recordando las memorias de aquellos días aciagos.

Todos, combatientes de ambos lados y activistas, pintados con los mismos tonos ideológicos… Allí yacen, enterrados y convertidos entre los años de las décadas, en polvo, y devueltos a la tierra.

Pero la gran división persiste porque la narrativa siempre será que solo un lado es bueno, digno y decente. Solo un bando lleva la medalla de la justicia, el derecho de la protesta y el estandarte de la justificación. Solo “ellos” pueden ser dueños de la verdad, tocando en sus tambores de resonancia el cuadro grande de la historia del conflicto armado interno. Solo ellos tienen el derecho de continuar ensañados contra oficiales de la cuarta edad; uno de ellos de 92 años. ¡Que se pudran en la cárcel! Que ese sea el castigo y que las marufias legales continúen para que no se les acabe la teta del conflicto de la cual maman.

Y son afortunados, porque manteniendo esa fogata calientita y cómoda con las donaciones atraídas como luciérnagas de medianoche para sus oenegés alargan este largometraje dramático, que no tiene fin, porque ellos mismos viven de ese fin.

Siguen en pie las consignas, los tours, las declaraciones, los gastos para alimentar con odios disfrazados de justicia. Para no morir, porque se les acaban las causas. Continúan tratando de multiplicarse con sus escuelas de adoctrinamiento para jóvenes activistas de buena fe, para inocularlos con toda la narrativa de la guerra y la justificación de la saña posconflicto armado interno.

Con eso se lavan la cara para justificar que “esos desalmados deben permanecer en la cárcel”. Esos octogenarios, que llevan más de 7 años en prisión…. Sus últimos años enclaustrados, porque “deben pagar por sus pecados”.

Pero el doble estándar siempre ha sido una suciedad escondida bajo la alfombra… Los pecados de los suyos están anulados y perdonados. Un documento y una rúbrica. Un título rimbombante: “La paz firme y duradera…” Y con ello todas sus vestimentas quedan limpias y transparentes, haciéndolos brillar como vírgenes.

Ahora argumentan que la Corte Interamericana ha fallado a su favor. Pero no esconden que esa corte condena a Estados, no a personas; por lo tanto, ellos gozan del principio de presunción de inocencia, y no han sido oídos ni vencidos en juicio.

Siempre es lo mismo. Cuando la Corte de Constitucionalidad falla a su favor, queman cohetes y cantan alabanzas; pero cuando se da un fallo a favor de los ancianos octogenarios de prisión domiciliaria, se les revientan los nódulos de odio y se ensañan para que no sea así.

Barbarie y salvajismo en su máxima expresión.

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.