CABLE A TIERRA
La transformación del agro y la emigración
Las imágenes que se presentan sobre el destino fatal que están teniendo los emigrantes centroamericanos taladran hasta el corazón más insensible. O tal vez no, pues si así fuera, hace ratos que tendríamos acciones sensatas por parte del Gobierno, en lugar de sus declaraciones ofensivas sobre “lo bien que tratan a los niños” en los campos de concentración de emigrantes en los Estados Unidos.
Duele más ver que no ponen atención a las causas por las que se están yendo. ¿Por qué no voltear a ver hacia adentro, hacia el campo, para entender qué está expulsando de esta manera a la gente? Pongan de lado las hipótesis descalificadoras. ¡No, no es que sean faltos de conciencia, de sentido común! Están desesperados. Tienen hambre y no ven ya esperanza de solucionar su situación acá; ni siquiera para seguir sobreviviendo.
A pesar de los rezagos del sistema de información estadística y del censo pendiente, la evidencia disponible apunta a que se está dando un proceso acelerado de “descampesinización” de la economía agropecuaria. Con la expansión de los monocultivos para exportación que se cultivan en grandes —y crecientes— extensiones de tierra, los campesinos están perdiendo sus parcelas. Sea porque sus minifundios se están pulverizando de tanto dividirlos, o porque están siendo forzados a vender sus tierras, que pasan a formar parte de propiedades privadas o empresariales dedicadas a monocultivos de exportación, o porque los efectos de la degradación de los suelos y del cambio climático están inutilizando los suelos a un ritmo más acelerado del que pensamos. O las tres juntas. Urge un censo agropecuario que aclare esta situación.
En todo caso, parece que el dualismo histórico latifundio-minifundio que caracterizó por siglos la dinámica del agro guatemalteco está siendo reemplazado por procesos de reconcentración de la tierra que están dejando a los campesinos sin medios de vida. A la par, hay un proceso de reducción del empleo agrícola en los latifundios, que se expresa en el auge de los “trabajadores agrícolas por cuenta propia”, que registran las encuestas de empleo. Es decir, gente que ya no tiene ni su pequeña propiedad, ni empleo estacional o permanente en las fincas.
Este fenómeno de proletarización del campo ha sido documentado ya por varios académicos. A diferencia de lo que sí ocurrió en otros países, acá no se ha acompañado de mejoras salariales o siquiera del cumplimiento del pago del salario mínimo. Es decir, los “cuentapropistas” están cayendo en condiciones de todavía mayor precariedad. Tampoco el Estado ni “la mano invisible del mercado” han promovido cambios en la matriz productiva que permitan pensar que cerca de 1.5 millones de familias campesinas encontrarán empleo en la industria o como trabajadores de otros sectores; recuérdense que, a nivel urbano, lo que predomina es la economía informal.
' La emigración de Guatemala es eminentemente de orden económico; las soluciones deben ser de política económica.
Karin Slowing
¿Entonces, qué les queda a estos campesinos que están siendo descampesinizados? La nada, o intentar emigrar. O meterse a actividades más rentables, pero ilícitas.
La base del problema de la emigración masiva está, entonces, en una economía que sustenta privilegios y rentas de unos pocos, y que no piensa siquiera en quién cultivará los alimentos que consumimos todos. Sí, para su información, son los pequeños agricultores familiares quienes cultivan la mayor parte de los alimentos que usted y su familia consumen a diario en su mesa, o en su restaurante favorito.
Toca, entonces, cuestionar la política económica que hoy por hoy se ufana de estabilidad macro, y donde el que sí engorda es el sistema financiero nacional, a partir del hambre y el sacrificio de esos migrantes, ahora criminalizados.