Con otra mirada
Las alfombras de Semana Santa
Los vecinos preparan frente a sus casas alfombras de rico o sencillo diseño, en homenaje al Nazareno.
La Cuaresma es el tiempo litúrgico de preparación espiritual para la fiesta de la Pascua de Resurrección. Dura 40 días, del Miércoles de Ceniza hasta el Jueves Santo, en conmemoración de los 40 días que Jesús, Moisés y Elías estuvieron sin comer en sus respectivos ayunos. El morado es el color litúrgico, símbolo de penitencia, con el que se cubren las imágenes religiosas dentro de las iglesias. A ese período le sigue la Semana Santa, que conmemora la pasión de Cristo, es decir, su entrada a Jerusalén, la última cena, el viacrucis; muerte y resurrección. Comienza el Domingo de Ramos y finaliza el Domingo de Resurrección.
En Guatemala, ese tiempo litúrgico se complementa con las “velaciones”, presentación que evoca la vigilia que realizó Jesucristo en el huerto de los olivos, la víspera de su captura. Tiene lugar los viernes, cuando en el presbiterio del templo se exhibe, escenográficamente, la imagen que saldrá en procesión el domingo siguiente. La escena es precedida por un “huerto” (entendido como hortaliza), en recuerdo del de los olivos, que muestra la rica y abundante producción de vegetales y frutos locales, complementado con una alfombra central hecha de serrín coloreado.
Las procesiones, manifestación popular de fe, son organizadas por las hermandades y cofradías a cargo de las imágenes religiosas cuyos devotos, llamados cucuruchos, las llevan en hombros por la ciudad, acompañados por bandas que interpretan el rico repertorio nacional de marchas fúnebres. Por su parte, los vecinos preparan frente a sus casas alfombras de rico o sencillo diseño, en homenaje al Nazareno. Suelen hacerse de serrín de colores o agujas de pino, ramilletes de corozo y flores, con toques mágicos y místicos, producto del sincretismo religioso entre las culturas precolombinas y occidental. La Semana Santa en Guatemala fue inscrita en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de Unesco, en 2022.
Las alfombras, al igual que otras representaciones culturales, son sujeto de cambio, sea porque se tergiversa su origen o por frivolidad de la moda. En años anteriores, algunos comercios y bares confundieron su naturaleza y razón de ser: ofrenda al Nazareno, usándolas como propaganda de sus negocios. Fueron duramente criticados. Otros, evadiendo la esencia del “huerto” de las velaciones, hacen alfombras con vegetales y frutos, desvirtuando así el concepto de alfombra o tapiz sobre el que caminará el Nazareno; además, ponen en peligro el equilibrio de los cargadores. En su defensa, alguien argumenta que buena parte de los vegetales y frutos son recuperados para fines de beneficencia social y regalo a quienes acompañan el cortejo.
Las hay también de quienes confunden el origen religioso de los cortejos, con la oportunidad de manifestar públicamente su rechazo a asuntos del diario vivir político del país. Actitud difícil de regular, que se reduce a saber o, al menos, reconocer la diferencia entre una cosa y otra.
Confunden el origen religioso con la oportunidad de manifestar públicamente su rechazo a asuntos del diario vivir.
Evidentemente, las alfombras de serrín o flores resultan ser un inusual pero hermoso medio de expresión que puede aprovecharse para lo que se desee, pero habrá de usarse en el momento y lugar adecuados. Si se trata de ilegalidades, hacerla frente a la Corte Suprema de Justicia, Corte de Constitucionalidad o Congreso de la República. Si es contra la guerra en alguna parte del mundo, hágase frente a la embajada del país agresor, o si es en contra del alto costo de la canasta básica, hacerla frente a los ministerios de Economía y Finanzas, pero no en un cortejo procesional de Semana Santa.