Criterio urbano
Las concesiones han demostrado ser más efectivas
Chile ha liderado la infraestructura en América Latina por años.
Recientemente tuve oportunidad de leer el libro del expresidente Ricardo Lagos: Mi vida, Memorias II: Gobernar para la democracia. Y me gustaría que ahora que hemos visto lo que está pasando con la autopista Palín-Escuintla, los críticos de las concesiones lean el capítulo 2 del libro, que hace referencia justamente a obras públicas en Chile.
Podemos generar más desarrollo y prosperidad.
Desde la primera vez que tuve la oportunidad de manejar sobre una carretera en Chile, pude reconocer la importancia de las concesiones y el mecanismo de alianzas público-privadas que se ha utilizado en el desarrollo de un país sudamericano que ha logrado transformar su economía, mejorar las condiciones de sus habitantes, fomentar mayor crecimiento y prosperidad. Esto, bajo los principios de una economía republicana y respetando la democracia que los ha caracterizado.
En el libro del expresidente Lagos hay dos párrafos que me llamaron la atención y creo que vale la pena compartir. “Infraestructura interna para conectar las ciudades, pueblos y aldeas; infraestructura humana y social para mejorar nuestra calidad de vida, y una infraestructura de exportación e integración, para abrir nuestro país al mundo. Parte de estas obras podían ser objeto de concesión, porque el mundo privado va a estar dispuesto a pagar —como descubrimos después— y las otras no, ya que se trata de ir en apoyo de nuestros ciudadanos: agua potable rural, programas de riego para el campesino, caletas pesqueras artesanales, caminos secundarios, entre otras iniciativas”.
Esto es lo que Guatemala debería hacer en estos momentos críticos. El Ministerio de Comunicaciones debería coordinar con el Ministerio de Finanzas un programa de concesiones de la mano de Anadie, para fomentar un paquete de proyectos estratégicos para el país, donde tramos como el de Guatemala a Escuintla o de Guatemala a Antigua Guatemala u otros puedan concesionarse y generar mayor productividad, dejando que sea el sector privado el que invierta en el desarrollo y mantenimiento de calidad de la infraestructura y usar los recursos del Gobierno en aquellas regiones del país que más lo necesitan.
Veamos cómo el tramo de Palín a Escuintla en 25 años nunca tuvo los problemas que tiene esa carretera ahora, porque estaba concesionada. Lastimosamente, por más que quieran hacer las cosas diferente, si se sigue manteniendo el criterio de trabajar de la misma forma bajo obra pública tradicional preparémonos, ahora sí, para precios más altos y una logística más complicada. El sistema de obra pública tradicional de carreteras no funciona para este tipo de autopistas y el Estado no va a lograr mantenerla en buenas condiciones. Revisemos lo que hicieron países que hoy son desarrollados como Chile y no queramos inventar el agua azucarada.
“Chile pudo construir una autopista de mil quinientos kilómetros, que exigió una inversión de cientos de millones de dólares, sin prácticamente poner ningún recurso público. De esta forma, la inversión del Estado en infraestructura pudo destinarse a caminos rurales, carreteras con menores tránsitos, caletas pesqueras, aeródromos, obras que nunca atraerían la atención de los privados y que se habrían postergado décadas”, nos dice en su libro el expresidente Lagos.
Hagamos las cosas realmente diferente, aprendamos de quienes supieron cambiar y transformar a sus países. Los resultados para un país como Guatemala pueden ser extraordinarios, que tiene hoy la gran oportunidad de mejorar la logística, el comercio, los servicios y el desarrollo social a través de un programa de infraestructura estratégica transformador.