CABLE A TIERRA

Las falsas democracias centroamericanas

Los intentos de democratización de la región centroamericana se escurren como agua en el colador. Luego de 26 años de haberse iniciado el proceso, y de unos 20 de que, unos más otros menos, quisimos creer que se había logrado un genuino espacio para impulsar reformas y políticas que nos acercaran progresiva e incrementalmente al bienestar generalizado, y a consolidar una democracia liberal (que no fuera solo votar en elecciones), vemos con desencanto cómo se está revirtiendo el proceso aceleradamente. Primero fue en Nicaragua, donde Daniel Ortega es presidente desde el 2007; luego Honduras, con Juan Orlando Hernández, en el poder desde el 2014; ahora, es el turno de El Salvador, en donde el presidente Bukele aún falta que muestre para beneficio de quiénes concentra creciente poder y autoridad. Muchos aún tienen esperanzas de que el desplazamiento de elites tradicionales que implica el control casi absoluto del Estado que tiene ahora Bukele sea lo que necesita El Salvador para instalar un genuino proceso de cambio estructural.

' Pasamos de “patria del criollo” a república cafetalera/bananera/ azucarera; y, ahora, en fase de narcorrepubliqueta.

Karin Slowing

Por supuesto, queda por mencionar a la amada y sufrida Guatemala. El país con la elite que mejor ha sabido resistir los esfuerzos de cambio que se han intentado, tanto por la vía de la guerra como en tiempos de paz; la que prefirió aliarse con la escoria y los empresarios de lo abiertamente ilícito para que todo siga igual para ellos.

¿Qué tienen en común todos? Que han manipulado los principios y procesos de las democracias electorales y del Estado de derecho a su entero favor, y desarrollado maquinarias electorales y publicitarias para perpetuar el sistema económico. Que no permitieron construir ciudadanía durante estas dos décadas; que quieren gobernar sin contrapesos. A Ortega se le olvidaron sus orígenes Revolucionarios y se ha convertido en aquello que combatió; Hernández, acusado de narcotraficante por los Estados Unidos; y de Bukele, pues aun no sabemos para dónde va a agarrar; lo cierto es que el enorme apoyo popular del que goza le da una gran legitimidad a su actuar y despierta esperanzas en más de alguno, pues la gente estamos cansados de las falsas democracias que solo consolidaron las oligarquías locales y propiciaron la emergencia de nuevos grupos de privilegio. El hartazgo ciudadano con este modelo acumulador, depredador, excluyente y violento lo vemos hoy en Colombia y en Chile, donde la fuerza ciudadana movilizada, organizada, activa y unida en un solo clamor, ha logrado que sea verdaderamente el pueblo el que tome el control del proceso democrático. ¡Enhorabuena al pueblo chileno, que está logrando darle un nuevo rumbo, ojalá más humano, a su democracia!

Ahora, la oligo-narco-clepto-dictadura guatemalteca, consumada también en el disfraz de democracia electoral, a diferencia de los otros 3 países del CA4, ha optado hasta ahora por solo seguir cambiando al caporal cada 4 años; por lo demás, están absolutamente empeñados en abolir cualquier posibilidad de cambio en el país. Cumplen la forma —aunque cada vez menos—, mientras el fondo de las cosas solo empeora, pues la pobreza se extiende mientras la clase media se ralea. Así, en Guatemala pasamos de la “Patria del Criollo” a república cafetalera/bananera/azucarera; ahora, entramos en fase de narcorrepubliqueta.

Todo ocurre frente a los ojos del mundo, pero cada vez menos parece importarle al mundo. En Honduras ha habido narcopresidente por 8 años; en Nicaragua ya van 14 años. Parece que pesa más la alianza histórica con las elites locales; tal vez da más miedo los intentos de genuina construcción democrática, desde el pueblo, y para el pueblo, por aquello que después ya no se las pueda controlar.

ESCRITO POR:

ARCHIVADO EN: