SI ME PERMITE
Las festividades se justifican si se entienden
“La clave del éxito es saber festejar ante las dificultades de la vida”. Kay Robinson
Las fechas festivas que se observan en cada círculo social tienen como objetivo prioritario el recordatorio de algún evento que tiene una importancia por la pertenencia que uno tiene con el lugar y la sociedad a la que uno pertenece. Y uno es enseñado en su etapa formativa sobre el significado que tiene cada fecha y cómo se celebra. Esto se transmite de una generación a otra, y también se transmite la práctica y se incluyen las modificaciones que con el tiempo se han hecho para justificar los cambios sociales en los que vivimos.
Por lo mismo, más que el cambio de la rutina es importante que se enseñe su valor de un modo que sea entendido. Por ejemplo, cuando llegamos a los días de la festividad de fin de año, posiblemente algunos lo único con lo que la asocian es con el tiempo de descanso y el intercambio de regalos, pero estos deberían ser un asunto secundario y lo primordial debería centrarse en lo que celebramos, si acaso pertenecemos a una comunidad cristiana deberíamos enfocarnos en el nacimiento del Mesías.
Evidentemente, para todos nosotros, la información formativa ha llegado por parte de nuestro hogar en la etapa de la crianza, y ese proceso se ha integrado en nosotros de modo que la celebración es algo normal y natural, cuando en la realidad no todos pueden tener el mismo contexto en esos días y los demás pueden ser respetuosos de nuestra celebración pero no por ello comparten el modo y la intensidad de la misma.
' La festividad se disfruta si los que participan comparten el tiempo y el mismo interés.
Samuel Berberián
En las diferentes etapas de la vida las festividades toman perfiles diferentes, como en el caso de la niñez, cuando es un momento de alegría y tiempo de disfrutar de cosas que en el resto del año no se repiten, cuando por otra parte los mayores puede que estén viendo lo que afecta el presupuesto y el ritmo de la rutina diaria a la que están desarrollando y eso para unos puede ser un tiempo agradable y de un valor positivo, y para otro puede que sea todo lo contrario, por ello la percepción y valor que cada uno tiene no se puede pensar que sea el de todos, y esto debe respetarse.
Si para nosotros la festividad habrá de renovar las relaciones con los nuestros, puede ser una buena inversión aunque implique cansancio, por las tareas extras que tendremos o unos gastos que no son los regulares que a diario tenemos. Este cambio de ritmo nos pide una buena y sabia planificación para que no sea que, una vez pasadas las festividades, estemos arrastrando un mal sabor por el momento agradable que estuvimos disfrutando con nuestros seres queridos.
Una buena planificación debe saber trabajar los elementos de flexibilidad porque por el ritmo en el que nuestra sociedad está encarrilada nunca nos faltarán los imprevistos, pero que estos no dañen las celebraciones, sino que habrá que saber hacer ajustes necesarios para que afecten lo menos posible. Son sorprendentes las cosas que muchos recuerdan al pasar el tiempo de celebraciones pasadas, algunas dignas de repetirse, por lo gratificante, o por otra parte, otras que se quieren evitar a toda costa para que no se tenga que vivir el momento tan desfavorable que se vivió.
Cada uno de nosotros debe desarrollar esa parte propositiva y debemos estar dispuestos a cooperar en lo que haga falta para que la festividad sea de lo más agradable y gratificante para todos los nuestros.