Hace 100 años, el 21 de enero de 1924, falleció Vladimir Ilich Ulianov, mejor conocido como Lenin. Durante ese siglo, hubo triunfo revolucionario, desarrollo social comprobado, anquilosamiento estalinista y se desfundó la URSS. Hoy, el ataque al comunismo es un blanco fácil, para recalcitrantes, pues nadie lo defiende.

Al comunismo chino no le interesa la transmisión ideológica. Pero, con 1.5 miles de millones de habitantes, señalar incomunicación ideológica, es un decir. Mientras tanto, los pequeños países regidos por el comunismo, tienen diferentes suertes. La cercana Cuba, de régimen de partido único comunista, no encuentra salida a su crisis terminal. Los propagandistas reproducen entrevistas de Fidel Castro cuando negaba convicción comunista y la contrastan con el obsoleto modelo colectivista en absoluta decadencia.

Traer a cuenta al leninismo, muestra un poliedro de muchas facetas. Los viejos izquierdistas críticos, afirman haber tenido razón cuando acusaban a los comunistas de traicionar al leninismo. Solo extraviados pueden repetir los cinco estadios históricos, o encender veladoras al semifeudalismo. Conceptos de la Academia de Ciencias de la URSS, justificaban el ataque a los revolucionarios, para impedir programas de desarrollo de sectores estratégicos. Se evoca la continuidad estalinista con la falta absoluta de libertades y aldeas cárcel en la tundra. Se olvida su pertinencia en debates sobre planificación, aumento de disposición de energía, megaproyectos y conveniencia de satisfacción inmediata de los deseos de la población.

La aversión de la derecha se ha desplazado de Lenin a sus continuadores, en especial a Antonio Gramsci *1891 +1937. La batalla cultural reemplaza al anticomunismo represivo. Se acusa a los continuadores de Lenin, de haber mutado hacia la imposición monopólica en limitadas esferas de la vida, donde es posible conseguir hegemonía. Tener el control de las grandes producciones de cine, del teatro, de universidades, de espacios de diversidad sexual etc. En países pequeños, el gobierno de la clase dominante, patrocina exiguos espacios para mantener control sobre empecinados izquierdosos: un centro de investigación, un programa de educación sexual, una iniciativa de conservación de la naturaleza, y si no alcanza el presupuesto, aunque sea una pequeña cafetería.

El legado más exitoso de Lenin son sus desvergonzados opositores. Así, el anticomunismo prospera ante el avance de los gobiernos izquierdistas latinoamericanos. Los llamados gobiernos de izquierda latinoamericanos patrocinados por el pantano demócrata, son una mezcla de demagogos con auténticas gavillas políticas dedicadas al peculado. Tales regímenes son atacados como la nueva encarnación leninista. No importa que el comunismo esté muerto en estos países, se llama a la algarada acudiendo a denunciarlos con la falsedad de ser pérfidos líderes escondiendo sus últimas intenciones del socialismo a la fuerza.

El debate sobre las ideas del líder de la revolución rusa pudiese haber sido fructífero. Sin embargo, la deriva de la socialdemocracia hacia posiciones izquierdistas alocadas, el abandono de la profundización teórica por los partidarios del progreso social y el oportunismo descarado de los patrocinados líderes sociales, impidió poner atención a las transformaciones sociales del siglo veinte, a la espera de mejores tiempos. El problema se encuentra con el llamado a la acción proveniente de la raíz marxista contenida en la filosofía de la praxis de Lenin. En suma, no es un debate desvinculado de la acción transformadora de lo real.