SI ME PERMITE

Lo que se aprendió del prójimo no se critica

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“Todos los hombres que conozco son superiores a mí, en algún sentido se aprende de ellos”. Antón Paviovich Chejov
Queramos reconocerlo o no, todos llegamos a esta vida en iguales condiciones, y como no sabemos nada debemos aprender de los mayores que nos rodean cada detalle de esta vida. El ser propositivos nos regala un panorama de infinitas oportunidades en las que podemos incursionar e ir sumando conocimientos que nos podrán ser útiles para toda la vida.

Claro está que tenemos el reto de no solo llegar a donde han estado los que nos antecedieron, debemos seguir superándonos y aceptando retos que posiblemente ellos no tuvieron pero que hoy en día debemos saber desempeñar para poder ser funcionales y también útiles para nuestro provecho y, además, poder asistir a nuestro prójimo en el diario vivir.

Cada día, en lo que debemos atender tenemos el sobrado deber de incursionar para que con lo que participamos podamos llenar la necesidad que se nos presenta. No podemos de ningún modo objetar que no nos lo enseñaron o que los que nos criaron y nos instruyeron no nos dieron esa preparación. Lo justo es agradecer con lo que nos instruyeron y muy probablemente que con tremendas limitaciones nos dieron lo que tenían. A nosotros nos toca honrarlos y jamás criticarlos, porque sobre lo que recibimos estamos avanzando paso a paso para alcanzar el sueño que nos hemos trazado.

Cuando uno comete el gravísimo error de criticar a los que lo formaron a uno, es como que se estuviera cortando la rama en la que uno está sentado. Seguramente, antes de terminar de cortarla la caída sería inminente porque con el peso del cuerpo se terminaría de quebrar la rama sin haberla cortado por completo.

' Deberíamos ser mucho menos críticos para poder asimilar lo que se nos está enseñando.

Samuel Berberián

Posiblemente tenemos todos los elementos para poder emitir juicio crítico al prójimo que nos enseñó, pero debemos callarlo, sobre todo por el hecho de que en su momento nos ayudaron con todo lo que tenían y desde allí nosotros hemos podido avanzar para llegar a donde estamos en este momento.

Cuando honramos al prójimo que nos enseñó, dándole primeramente el crédito debido y en segundo lugar poniéndolo en alto por la capacidad que tuvo de enseñarnos, pudiendo aprender de forma correcta y adecuada, valoramos la memoria del que, pudiendo hacer muchas otras cosas, tomó el tiempo necesario para ayudar al que lo necesitaba y de ese modo mostró el aprecio que le tenía.

Las buenas relaciones son parte de la vivencia bien cultivada, y por ello debemos valorar los procesos por encima de la modalidad que se pudo haber usado para el aprendizaje, porque cada individuo, por su personalidad, usa las modalidades que le son funcionales o tal vez las únicas que ha conocido.

Se debe recordar que el aprender es una virtud y debemos tenerla siempre a mano para que, en el momento en que alguien nos quiera enseñar algo, seamos de los que tienen la mejor disposición de aprender y seguramente con eso hacer mucho más fácil la tarea de quien nos está enseñando o guiando para hacer algo.

La mejor manera de ilustrarlo es en un juego de pelota, que seguramente todos hemos jugado: uno siempre está buscando quién está atento para recibirla y solo con la mirada fija arroja la pelota, cuanto más en la vida, cuando se está trabajando con la idea de poder producir en lo que se ha emprendido.

ESCRITO POR:
Samuel Berberián
Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.