AL GRANO

Los desafíos para el ganador

Alguno de los candidatos va a ganar esta elección. Los desafíos, obviamente, son enormes. Creo que son de tres órdenes, a saber: de orden ideológico, de orden estructural y de orden práctico. El más difícil es el primero, sobre todo porque no se comprende, me parece, su carácter fundamental.

' Sin convicciones profundas en ciertos principios y valores cívicos y políticos es imposible resolver problemas prácticos.

Eduardo Mayora Alvarado

No me refiero tanto a las visiones ideológicas sobre la economía política y el Estado, es decir, el liberalismo versus el dirigismo económico, en sus múltiples versiones. Hablo de un nivel más fundamental; es decir, sobre la idea misma de “persona” y su relación respecto del Estado y sus órganos. Por supuesto, soy consciente de que la Constitución se declara a sí misma personalista y que contiene una larga lista de derechos individuales y, también, económicos, sociales y culturales. Sin embargo, a menos que exista una convicción profunda y extensamente compartida a todos los niveles de la sociedad sobre esa ideología, es poco probable que se haga realidad.

Y, así, proponer a los ciudadanos una suerte de “credo” político fundamental y conseguir que sea hecho propio por una mayoría muy amplia es un desafío tan grande como importante. Una ideología fundamental no puede imponerse, como lo evidencia la historia de la Humanidad. Los primeros que deben comprobar con hechos y de manera consistente su compromiso con una ideología son las élites de una sociedad. Solamente cuando las élites intelectuales, morales, económicas y partidarias demuestran con hechos su compromiso con ese “credo” político fundamental, se hace realidad.

Para que la sociedad guatemalteca florezca en todos los órdenes, hace falta ese conjunto de valores y principios ideológicos que, al respetarse por ciudadanos y autoridades como fundamento del orden político del Estado, generan las condiciones necesarias. Se trata, en mi opinión, de la libertad y dignidad de la persona, de la que fluye un conjunto de límites de la acción del Estado respecto de cada persona y, también, un conjunto de límites de la acción de cada persona respecto de las personas con quienes se relaciona. Cabe recordar, a propósito, el pensamiento de Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”.

A un nivel estructural, el principal desafío se centra en el problema de los frenos y contrapesos entre los poderes del Estado (los conocidos “checks and balances”). No sirve de mucho consagrar derechos y libertades en una carta magna sin un poder Judicial integrado por jueces y magistrados verdaderamente independientes que los hagan valer de manera consistente y coherente, incluso, cuando fuera necesario, contra los otros poderes del Estado. Con frecuencia se afirma, en los más diversos contextos, que Guatemala es un Estado de derecho; sin embargo, su estructura constitucional no refleja, suficientemente, los elementos de ese modelo. Bien sabido es que, para que prospere una economía de mercado, una de las condiciones necesarias es la existencia de un Estado de derecho.

A nivel práctico, los desafíos más importantes están en el ámbito de la seguridad personal, del desarrollo de las infraestructuras indispensables para la producción de bienes y servicios y en el combate a la corrupción. Pero, como la evidencia de las últimas cuatro décadas pone de relieve, esos desafíos prácticos se vuelven descomunales cuando falta una ideología fundamental centrada en la libertad y dignidad de la persona y una estructura constitucional capaz de hacer realidad el Estado de derecho. Son, pues, desafíos gigantescos los que esperan al ganador de estas elecciones y, a menos que los enfrente con determinación invariable, corre el riesgo de pasar a la historia de la nación guatemalteca como “un gobierno más”.

ESCRITO POR:

Eduardo Mayora

Doctor en Derecho por la Universidad Autónoma de Barcelona y por la UFM; LLM por la Georgetown University. Abogado. Ha sido profesor universitario en Guatemala y en el extranjero, y periodista de opinión.