Pluma invitada
Los enemigos del progreso juegan a la ofensiva y quiero ayudar a igualar la contienda
Solo un 2 por ciento de las donaciones benéficas en Estados Unidos se destina a organizaciones dedicadas a mujeres y niñas.
Hace muchos años, recibí este consejo: “Establece tu propia agenda o alguien lo hará por ti”, estas palabras me han acompañado toda la vida.
Las mujeres de 14 estados han perdido el derecho a interrumpir un embarazo en casi cualquier circunstancia.
Por eso, la semana próxima, dejaré la Fundación Bill y Melinda Gates, que cofundé hace casi 25 años, para abrir un nuevo capítulo en mi filantropía. Para empezar, anunciaré un nuevo gasto de 1000 millones de dólares para personas y organizaciones que trabajan en favor de las mujeres y las familias de todo el mundo, incluidos los derechos reproductivos en Estados Unidos.
En casi 20 años como defensora de las mujeres y las niñas, he descubierto que siempre habrá gente que diga que no es buen momento para hablar de equidad de género. No si quieres ser relevante. No si quieres ser efectivo con los líderes mundiales (en su mayoría hombres). En cuanto se abarrota la agenda mundial, las mujeres y las niñas quedan relegadas.
Es frustrante e imprudente. Décadas de investigación sobre economía, bienestar y gobernanza dejan claro que invertir en las mujeres y las niñas beneficia a todos. Sabemos que las economías donde las mujeres tienen una participación plena tienen más espacio para crecer. La participación política de esas mujeres está asociada a una disminución de la corrupción. Que los acuerdos de paz son más duraderos cuando las mujeres participan en su redacción. La reducción del tiempo que las mujeres permanecen enfermas podría añadir hasta un billón de dólares a la economía mundial en 2040.
Y, sin embargo, en todo el mundo, las mujeres están sufriendo un tremendo aumento de la violencia política y otras amenazas a su seguridad, en zonas de conflicto donde la violación se utiliza como herramienta de guerra, en Afganistán donde la toma de poder del movimiento talibán eliminó 20 años de progreso para las mujeres y las niñas, en muchos países de bajos ingresos donde el número de mujeres embarazadas y lactantes con malnutrición aguda se dispara.
En Estados Unidos, las tasas de mortalidad materna siguen siendo desorbitadas y las madres negras y nativas americanas corren el mayor riesgo. Las mujeres de 14 estados han perdido el derecho a interrumpir un embarazo en casi cualquier circunstancia. Seguimos siendo la única economía avanzada sin ningún tipo de licencia familiar pagada en el país. Y el número de adolescentes que tienen pensamientos suicidas y sentimientos persistentes de tristeza y desesperanza es el más elevado en esta década.
A pesar de la necesidad apremiante, solo un 2 por ciento de las donaciones benéficas en Estados Unidos se destina a organizaciones dedicadas a mujeres y niñas, y solo medio punto porcentual se destina a las organizaciones dedicadas en particular a las mujeres de color.
Cuando permitimos que el financiamiento para esta causa sea tan crónicamente menor, todos pagamos el precio. Por impactante que sea verlo, puede que mi nieta de un año crezca con menos derechos que yo.
En las últimas semanas, como parte de los mil millones de dólares del nuevo financiamiento que prometí destinar a estas iniciativas, comencé a otorgar nuevas subvenciones a través de mi organización, Pivotal, a grupos que trabajan en Estados Unidos para proteger los derechos de la mujer y fomentar su poder e influencia. Entre ellos figuran el National Women’s Law Center, la National Domestic Workers Alliance y el Center for Reproductive Rights.
Aunque durante mucho tiempo me he centrado en mejorar el acceso a los anticonceptivos en el extranjero, en la era pos-Dobbs, ahora me siento obligada a apoyar los derechos reproductivos aquí en mi país. Durante demasiado tiempo, la falta de dinero ha obligado a las organizaciones que luchan por los derechos de la mujer a adoptar una postura defensiva mientras los enemigos del progreso juegan a la ofensiva. Quiero ayudar a igualar la contienda.
También estoy experimentando con tácticas novedosas para incorporar una mayor variedad de perspectivas a la filantropía. Hace poco, ofrecí a 12 personas cuyo trabajo admiro su propio fondo de 20 millones de dólares para que lo distribuyan como consideren oportuno. Ese grupo —que incluye a la ex primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, la atleta y defensora de la salud materna Allyson Felix y a una defensora afgana de la educación de las niñas, Shabana Basij-Rasikh— representa una amplia gama de experiencia y conocimientos. Estoy impaciente por ver el panorama de las oportunidades de financiación a través de sus ojos y los resultados que se obtendrán siguiendo sus criterios.
En otoño presentaré una iniciativa de 250 millones de dólares centrada en mejorar la salud mental y física de las mujeres y las niñas en todo el mundo. Al emitir un llamado abierto a organizaciones de base que no tienen acceso a las grandes fuentes de financiamiento, espero apoyar a grupos con conexiones personales con los temas en los que trabajan. Las personas que están en el frente deberían tener la atención y la inversión que merecen, incluida la mía.
Cuando era joven, nunca me hubiera imaginado que algún día formaría parte de una iniciativa como ésta. Dado que tengo esta oportunidad extraordinaria, estoy decidida a hacer todo lo posible para aprovecharla y establecer un programa que ayude a otras mujeres a establecer una agenda que ayude a otras mujeres, y niñas a tener la suya también.
c.2024 The New York Times Company