Mucho podremos decir sobre la Copa Mundial de Futbol, sobre las apuestas, sobre nuestros héroes en cada equipo, pero nadie negará que han sido emocionantes los juegos que hemos visto. Hemos estado al tanto y seguido de cerca a los equipos favoritos de la fanaticada: Brasil, Argentina y Francia. No obstante, ahora que ya se definieron los dos últimos, los ojos del mundo estarán atentos a quién levantará la copa del mundo, si Argentina o Francia. Mañana veremos el resultado final.

Sin embargo, la gran sorpresa en los últimos días fue que el equipo marroquí clasificara en la semifinal, y no es de extrañarse si conocemos la razón para ello. Mis lectores se preguntarán, ¿cómo es posible que le hayan ganado a Portugal y a España? ¿cómo es posible que hayan permanecido invictos por mucho tiempo jugando contra equipos élites y que hayan sido la mejor defensa del Mundial, solo un gol (autogol) en cinco juegos, que ni Modric ni Lukaku, ni Peresiv, Hazar, De Bruyn, David, Morata, Cristiano Ronaldo y que ningún delantero, en los últimos días, les haya podido anotar siquiera un mísero gol, antes de su último juego con Francia?

Marruecos inició con la inauguración de la Academia de Fútbol del Rey Mohamed VI, y desde el 2006 el rey decretó que no debía haber ni un niño de la calle en su reino que no pudiera jugar futbol. Creó albergues para niños en todas las provincias y pueblos. Los mejores tenían que ser reclutados y becados como semillas de su Academia de Fútbol en un Palacio, todo financiado con 200.000.000 euros.

Pero partamos de la premisa de que el rey es fanático del fútbol, por lo que quiso encontrar a los mejores jóvenes con sangre bereber o marroquí, ya sea en Marruecos o en cualquier rincón del planeta. Y fue así que talentosos 14 jugadores de sangre marroquí nacidos en países tan diversos como Francia, España, Holanda, Italia, Bélgica y hasta en Canadá fueron traídos al mencionado palacio en Rabat.

El mismo rey dijo: “Cuando yo vi que Francia arrasa en los mundiales con sangre de africanos, cuando vi que su más grande jugador en la historia es un bereber, un árabe, un africano, argelino, como Zinedine Zidane, me dije, ya basta…”

¿Pero cómo sembrar arraigo, unidad, fraternidad en tantos hombres de tan diferentes y distantes orígenes? Alguien contestó que debían trasladar a las madres de los miembros de la delegación, desde el utilero hasta la del director técnico, estuvieran dónde estuvieran, y las reunieran y llevaran de sorpresa al lugar de concentración en Qatar.

Para hacérselos simple, el rey Mohamed alquiló una villa completa para el equipo, en un oasis artificial, en pleno desierto, a las afueras de Doha. Hasta los cocineros de palacio fueron trasladados hasta allá; los ingredientes, alimentos, frutas, verduras, todo, de origen marroquí. Las madres se convirtieron en el mayor y mejor aliado del director técnico, y en sus principales asistentes, enfermeras, y ayuda como coordinadoras de equipo. Se encargaron del menú, pues cada una sabía del plato favorito de sus hijos. Pusieron el orden y mandaron a dormir a sus hijos a la hora establecida y les sirvieron hasta de psicólogas, pues no hay alguien que reconozca y sepa más sobre el estado de ánimo de los jugadores que sus propias madres.

Y entre el público hubo 33 mujeres especiales, únicas, para 33 hombres en cancha, y aunque no llegaron a finalistas, seguirán luchando para que el arma secreta de los marroquíes sigan siendo ¡sus madres! Quien sabe si en la próxima copa mundial de futbol lleguen a coronarse en primer lugar. El tiempo lo dirá.