CABLE A TIERRA

Manuel Ángel Castillo, auténtico orgullo nacional

Nunca es más clara la hermandad entre naciones como cuando un país abre sus fronteras al extranjero y este le retribuye la generosidad con abundancia y rectitud. Con todo lo desafortunado que ocurre ahora en materia migratoria en la región, se nos ha olvidado esta máxima de vida que durante siglos ha permitido el enriquecimiento cultural, económico, político e intelectual de la humanidad. Hoy me refiero con alegría a este lado amable que tiene la migración y, en concreto, a los lazos históricos que han unido por esta vía a México y Guatemala durante muchas décadas. País hermano que durante años ha acogido a guatemaltecos quienes, sea forzados por la triste y depredadora historia de nuestro país o bien porque decidieron salir por voluntad propia en busca de nuevos horizontes, han encontrado allá un segundo hogar y un espacio propicio para desarrollar todo su talento y potencial.

En particular, saludo hoy a uno de estos guatemaltecos universales: al ingeniero, maestro en Desarrollo Urbano, profesor e investigador del Centro de Estudios Demográficos, de Desarrollo Urbano y Ambientales (Ceddu) del prestigioso Colegio de México, el profesor Manuel Ángel Castillo. Manuel Ángel, graduado como ingeniero en la Universidad de San Carlos, partió a finales de los años 70 rumbo a México, para continuar sus estudios de posgrado en el Colmex. Sería este recinto de excelencia, dedicado a las ciencias sociales, el lugar en el cual, tiempo después, Manuel Ángel desarrollaría la mayor parte de su carrera académica.

' Breve homenaje a un guatemalteco universal.

Karin Slowing

Su formación en temas de población y desarrollo urbano y su vinculación con el Centro de Estudios Regionales y Urbanos (Ceur) de nuestra Usac, permitieron que, hace unas décadas, esta columnista tuviera el privilegio de conocerlo y recibir su mentoría. Nos acercó mi interés por comprender los vínculos entre salud y dinámicas de urbanización. Los años fueron forjando la amistad y un cariño que ha trascendido en el tiempo y que se extiende a su familia y a amistades imprescindibles en mi vida, como las de Irene y Jacobo, a quienes nunca hubiera conocido si no hubiera sido por él.

A pesar de haber hecho su vida en México, Manuel Ángel jamás olvidó su patria ni a su gente. En esa ponderada mezcla entre un poderoso y educado intelecto y un corazón comprometido que lo caracteriza, Manuel Ángel fue pionero en el estudio de los fenómenos migratorios regionales que hoy en día ocupan agenda preponderante en las relaciones entre Centroamérica y los países del norte del continente. En los años 80 comenzaba a intensificarse esta dinámica como resultado del conflicto armado interno, algo que él supo identificar de manera temprana, dedicando su vida a su estudio y poniendo siempre todo su saber a disposición de las autoridades e instituciones mexicanas y guatemaltecas que abordan estos asuntos. Lamentablemente, nunca suficientemente escuchado y atendido, en mi opinión.

La semana pasada, Manuel Ángel fue homenajeado en el Colmex por su fructífera carrera académica que se ha extendido ya por más de 40 años. Fue uno de esos momentos necesarios, especialmente en nuestros países, donde el aporte intelectual y académico es poco valorado y reconocido. Fue conmovedor escuchar cómo una institución de la talla del Colmex, en la voz de tantos colegas, autoridades y estudiantes rendía homenaje al talentoso chapín y lo reconocía con orgullo como un “Mexicano que nos legó el mundo”. Me pareció una forma tan hermosa de reconocer su valía en esa sociedad que pensé que era necesario decirle a Manuel Ángel que, de este lado del Suchiate, también lo valoramos y lo consideramos un auténtico orgullo nacional.

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