SIN FRONTERAS
María, y la fórmula del bienestar en el Bicentenario
María no lo sabía. Con apenas 6 años de edad, ni ella ni sus hermanos tenían forma de entender lo que estaban generando. En alguno de los estados de la ahora “Guatemala Norte” (no recuerdo si fue Georgia o Tennessee), me relató una noche cómo logró esconderse detrás de unos arbustos mientras su familia era masacrada en San Miguel Acatán. En los años 80 la guerrilla había pasado repartiendo panfletos unas horas antes.
Detrás llegaron los soldados. De la confusión, solo dos cosas parecen haber quedado claras: lo primero, que ni papá ni mamá lograron sobrevivir, y lo segundo, que ellos, los niños, tomaron camino junto con otros, eventualmente arribando a un campamento en México. Se sumaron a los millares que encontraron protección en Chiapas, Campeche y Quintana Roo. Y a quienes pronto ese refugio les quedó insuficiente. Descifrando lo que le sucedió a esa niña, ella hoy entiende que fue discriminada también en México. Y que fue esa la razón por la cual decidieron caminar, junto con quienes tomaron rumbo hacia un nuevo refugio que ya se hacía popular entre los mexicanos: California. Insisto, sin saberlo esos chicos, en 1983, fueron pioneros de la única fórmula de bienestar latente en la mente de millones de la Guatemala maya contemporánea: irse a otro lugar.
' ¿Qué nación subsiste, si sus jóvenes lo que quieren es irse a otro lugar?
Pedro Pablo Solares
La población migrante guatemalteca no es exclusivamente maya. Pero estos pueblos sí son la expresión más evidente, más populosa y más creciente de este fenómeno humano. El importante factor económico ha logrado colarse como el cliché monopolizador para explicar por qué tantos de ellos se van del país. Pero al revisar la historia se hace ineludible reflexionar sobre una exclusión multidimensional que ha quedado para ellos, detrás de cada página en estos 200 años: A) Con la Independencia, la continuidad de un modelo “feudal” que les tenía al servicio de un patrón. Primero español, y luego, criollo —vaya, independencia—. B) Con la Reforma Liberal, la pérdida de sus tierras en favor de una nueva burguesía finquera. El patrón de la tierra, ladino, es el que manda. Peores expresiones de esclavitud se agravaron con el último de los “liberales”, Ubico. Trabajo forzoso —vaya libertad—. C) Luego, a partir del 54, perdura la abolición de los cambios revolucionarios. El regreso de las tierras a grandes terratenientes. Resaltan los extranjeros. Y el estigma de comunista, sobre todo aquel que reclamase dignidad —vaya liberación—. D) Una guerra de 30 años con aroma a genocidio, donde sus pueblos pusieron la mayoría de la destrucción y de los muertos —vaya humanidad—. Y E) En la contemporaneidad, la creciente amenaza sobre lo más elemental, con flagelos derivados de la explotación de recursos naturales, el cambio del clima, y una democracia capturada, que silencia su voz.
Cuando la niña María caminó a California en 1983 solo buscaba sobrevivir. Pero a partir de entonces sus pasos fueron tendencia generalizada para todo nuestro occidente. Los jóvenes desean bienestar, y por eso más de tres millones se han ido en los últimos 30 años. Su sabiduría les dice, contra muchos consejos: “Vete de aquí”. “Aquí, no serás nadie”. Se puede anticipar que este año habrá celebraciones bulliciosas. Sectores tradicionales del poder político y económico festejarán el modelo que los tiene en la comodidad. Resaltarán la producción nacional, el monto de las exportaciones, nuestra capacidad de generación de empleo y la estabilidad macroeconómica. Serán más discretos, sin embargo, para reconocer que cada vez más esos números se mantienen gracias a quienes siguieron el camino de María.
Es tiempo de reflexión. El año del bicentenario inicia con esta cifra: más dinero ingresa al país derivado de las remesas que de lo que exportamos. Que resuene en su mente este año esta pregunta: ¿Qué nación subsiste si la fórmula de bienestar de sus jóvenes es irse a otro lugar?