PLUMA INVITADA

“Metaverso Inmobiliaria”, la compra de los terrenos virtuales

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La idea de gastar miles o incluso millones de dólares para comprar una “tierra” ficticia en un mundo virtual puede sonar absurda. Pero en los últimos meses hemos visto significativas inversiones en terrenos virtuales dentro del metaverso.

' La mayor parte de la actividad económica de algunos de los metaversos más conocidos gira en torno al sector inmobiliario.

Javier López Casarín

El mercado inmobiliario dentro del metaverso se mueve por medio del uso de monedas digitales. Estas están basadas en blockchain, propias del metaverso, por ejemplo MANA, una plataforma que es utilizada para mover el comercio en Decentraland. Esta moneda, un token de Ethereum, permite comprar terrenos, bienes y servicios virtuales. Es así como el intercambio, como sucede en la vida ‘real’ entre monedas físicas y monedas digitales supone un intercambio de activos.

La mayor parte de la actividad económica de algunos de los metaversos más conocidos gira en torno al sector inmobiliario. Más concretamente, a la compraventa de terrenos. Cada mundo virtual está dividido en una cantidad finita de parcelas que se pueden comprar y vender con criptomonedas.

Definitivamente, ya es una realidad contrastante que se ha ido consolidando silenciosamente en los últimos meses. Se está produciendo un boom inmobiliario y no es en la ciudad de Nueva York, Shanghái​ o Dubai. Agentes inmobiliarios, profesionales, empresas y celebridades están comprando terrenos que ni siquiera existen en el mundo real. ¿En dónde? En el metaverso.

Una de las muchas cosas que se pueden hacer en el metaverso es comprar bienes inmuebles y terrenos. Un terreno virtual es básicamente un NFT que se paga con criptodivisas.

En 2021, las compraventas en el mundo virtual alcanzaron los 500 millones de dólares, según ha informado CNBC con datos de MetaMetrics Solution. Por otro lado, un informe de BrandEssence Market Research prevé que el mercado inmobiliario del metaverso crezca a una tasa anual del 31% entre 2022 y 2028. La actividad se concentra principalmente en cuatro plataformas: Decentraland, Sandbox, Cryptovoxels y Somnium Space.

Todavía estamos al comienzo de esta nueva era, en el que ya hay quienes hablan de crear embajadas y cementerios en el metaverso, y también existen verdaderas ‘agencias inmobiliarias’, como Metaverse Properties, que asesoran al usuario en las compraventas. Sin embargo, algunos proyectos concretos empiezan a tomar forma.

Un ejemplo de ello es Seúl, la capital de Corea del Sur, a principios del 2023 tendrá su ‘gemelo’ digital en el que será posible interactuar con las personas a través de avatares en 3D. Se podrá acceder a varios servicios, trabajar o simplemente visitar la ciudad como turistas. ‘Seoul Metaverse’ se desarrollará progresivamente durante un período de cinco años, con el objetivo de virtualizar las actividades principales de la administración pública.

Por su parte, el Manchester City, en colaboración con Sony, ha arrancado la construcción del primer estadio de fútbol del mundo dentro del metaverso. El objetivo es llenar el Etihad Stadium virtual para que los aficionados que no puedan acudir físicamente a Manchester experimenten un partido ‘en vivo’ desde la comodidad de su hogar en cualquier parte del mundo.

Si bien las compras de parcelas en el metaverso no se pueden duplicar (el propietario tiene certidumbre sobre su espacio, ya que cuenta con un dominio con blockchain), el ejercicio de esta compra aún no garantiza la misma seguridad que en el mundo físico: al igual que las criptomonedas, este es un ejercicio altamente especulativo.

Como en estas parcelas no rige ninguna ley de suelo ni de protección de bosques y parques nacionales, el dueño del terreno puede hacer en esta porción de terreno lo que quiera, desde limitarse a revenderlo, especulando con su valor hasta construir lo que se le ocurra.

El real estate en el metaverso (o Digital Real Estate) no es tan diferente al mercado inmobiliario tradicional. Con los NFT se otorga la propiedad y usufructo de los bienes digitales, es decir, el derecho a gozar del bien y sacarle provecho. Con la propiedad de un NFT se tiene también el derecho de desarrollar, alquilar o vender el inmueble digital.

Muchos se preguntarán ¿y para qué alguien puede querer algo que en realidad no existe?… Podemos encontrarnos con respuestas de todo tipo, desde quienes aspiran a convertir sus terrenos en inmensos museos virtuales en los que dar salida a sus NFT hasta quienes, sencillamente, tan solo quieren estar en mitad de las zonas más populares, lo que ha encarecido ostensiblemente ciertas parcelas de barrios de moda.

Cada tierra virtual es básicamente lo que se conoce como un token no fungible (NFT), un coleccionable digital que se paga en criptomonedas.

Más allá de los proyectos llevados a cabo por grandes grupos económicos u organismos públicos, cualquier inversión privada en el metaverso es una apuesta arriesgada. Los tecnólogos predicen que el metaverso madurará hasta convertirse en una economía en pleno funcionamiento en los próximos años, además de una experiencia digital sincrónica tan ligada a nuestras vidas como lo están ahora el correo electrónico y las redes sociales.

Los terrenos del metaverso están muy cotizados en el mercado inmobiliario virtual. En ellos se construirán las instalaciones y ciudades en las que se podrá asistir a eventos deportivos y culturales, o interactuar con la administración. El desafío es encontrar un estándar para que las inversiones sean seguras.

Sin duda, en este crecimiento, la colaboración y la innovación son pilares sobre los que las compañías inmobiliarias y las emergentes ‘proptech’ se elevan con el fin de tomar tecnologías o herramientas que les permitan escalar sus proyectos.

 

*Experto en Innovación, Red Forbes

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