A CONTRALUZ

Mitómano

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El presidente Alejandro Giammattei es un mitómano, o sea utiliza la mentira en forma habitual para victimizarse sobre que lo quieren derrocar. La primera vez lo hizo fue después de las protestas ciudadanas del 21 de noviembre del 2020 en contra de la aprobación del presupuesto del año siguiente. No solo reprimió esa movilización, sino que inventó que estaba en marcha un golpe de Estado para romper el orden institucional. Craso error porque en Guatemala las asonadas las propicia el Ejército y no los movimientos populares que carecen de capacidad para ello. El gobernante invocó la Carta Democrática Interamericana, de la Organización de Estados Americanos, con el argumento de que su gobierno estaba en peligro. El tiro le salió por la culata porque el informe de la misión de la OEA que llegó al país no encontró pruebas de tal desestabilización y, al contrario, reportó la existencia de problemas relacionados con la corrupción, la impunidad y la falta de transparencia vinculados con el gobierno.

' Si no fuera por la gravedad del lenguazo, la acusación contra los indígenas y el embajador de EE. UU. sería una broma de mal gusto.

Haroldo Shetemul

En mayo pasado, la revista Washington Examiner publicó que Giammattei le había dicho a miembros de la Fundación Heritage que el embajador estadounidense William Popp se habría reunido con líderes indígenas para planear su derrocamiento. Además de que había decidido expulsar del país a la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) porque fomenta el indigenismo, entendido como un nacionalismo que prioriza los pueblos indígenas sobre el Estado-nación. Giammattei se quejó de que es acosado por la Casa Blanca, el Departamento de Estado y la vicepresidente Kamala Harris. Si no fuera por la gravedad de este lenguazo que trasciende el ámbito diplomático, se debería entender como una broma de mal gusto. La molestia del presidente es porque Washington solicitó que no extendiera el mandato de Consuelo Porras por ser una persona corrupta, antidemocrática y que destruyó los avances que había alcanzado el Ministerio Público contra la corrupción y la impunidad.

El mandatario demuestra cuán poco conoce la realidad de los pueblos originarios del país. Evidencia su profundo racismo y discriminación hacia las comunidades indígenas, a las que ve sin identidad propia y fáciles de manipular por un diplomático extranjero. No se puede olvidar que Estados Unidos promovió y financió el derrocamiento del gobierno de Jacobo Árbenz, en 1954, pero no es algo que ocurra en la actualidad. Giammattei representa al político arrogante e inculto que, en lugar de acercarse y tratar de comprender las necesidades y aspiraciones de los pueblos indígenas, los asume como enemigos. Tampoco entiende cuáles son las luchas de los pueblos originarios que trascienden el cuatrienio que dura su gobierno. Cuando se refiere a “indigenismo” ignora que esa corriente asimilacionista, que tuvo vigencia en las décadas del cincuenta y sesenta del siglo pasado, pretendía la integración del indígena a la cultura occidental para mediatizarlo y no luchara por sus justas reivindicaciones.

En cuanto a la cooperación estadounidense, el presidente también deja ver su mezquindad. Muy rápido se le olvidó que el gobierno de Joe Biden donó 8.5 millones de vacunas Moderna, lo cual permitió ampliar la cobertura de inmunización que estaba verde por el precario ingreso de las vacunas Sputnik V. Eso quiere decir que más que pensar en derrocarlo, Usaid promovió la vacunación en las áreas rurales, con lo que favoreció la imagen del gobierno de Giammattei entre las comunidades indígenas. La agencia norteamericana también impulsa programas de desarrollo económico y social, que en el fondo pretenden eliminar las causas que generan la migración hacia Estados Unidos. Es claro entonces que Giammattei despotrica y recurre a cualquier mentira para mantener el estado de corrupción e impunidad que favorece el saqueo de los recursos del Estado.

ESCRITO POR:

Haroldo Shetemul

Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca, España. Profesor universitario. Escritor. Periodista desde hace más de cuatro décadas.