ALEPH

Mitos y elecciones en el narcocleptoestado

|

En Guatemala no hay narco que no tenga su iglesia, su gasolinera, su operador político, su juez y su cancha de fútbol. Como mínimo. Por eso, en tiempo de elecciones, es interesante ver cómo la preocupación más rabiosa de algunas personas con poca lectura y mucha noradrenalina se enfoca más en las ideas que se tienen sobre la agenda 2030, la diversidad, el aborto, la izquierda o la derecha, que en el enorme riesgo, basado en evidencias, de una aún mayor penetración del capital narco en las instituciones de un Estado guatemalteco famélico, corrupto, violento, sin justicia y expulsor de migrantes.

' El mundo ya no nos pide votar por derechas o izquierdas cavernarias, sino por quien no es corrupto, narco ni ladrón.

Carolina Escobar Sarti

Y se entiende, porque ejercer el voto es, para la mayoría, un acto emocional. Si bien es cierto que, antes de votar, tenemos la oportunidad de reflexionar acerca de nuestra decisión final, en el pequeño instante en que votamos estamos emocionalmente comprometidos con nuestras historias y mitos personales. A menos que sea un voto clientelar, nadie nos obliga, nadie nos ve, nadie nos juzga, estamos a solas con nuestra decisión y a veces hasta es posible que nos sorprendamos a nosotros mismos votando por quien dijimos que no lo haríamos. Por eso nos definen tanto nuestras creencias y mitos a la hora del voto; mitos basados en narrativas repetidas que se asumen, la mayoría de las veces, sin cuestionar.

Por ejemplo, el mito alrededor de la agenda 2030. El documento, ratificado por 193 Estados, es un documento de 93 páginas que contiene los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y que cualquiera puede consultar en línea. Dudo que quienes despotrican o desinforman sobre la agenda la hayan siquiera leído, porque si lo hubieran hecho no se atreverían a hacer tal ridículo. Esta agenda es una hoja de ruta para la humanidad, basada en un paradigma de desarrollo distinto, que pone a las personas, la preservación del planeta, la prosperidad económica, la paz y las alianzas en el centro de su acción. Ningún Estado está obligado a implementarla y, en Guatemala, fue el gobierno de Morales el que firmó el acuerdo y adaptó los ODS al Plan Nacional de Desarrollo K’atun, aprobado en el gobierno de Pérez Molina.

Otro mito es el que quieren seguir imponiendo los defensores del orden bipolar izquierda-derecha, cuando a la democracia que anhelamos en el mundo multipolar de hoy no le alcanzan las ideas de hace tres siglos. Aunque hay personas en la izquierda y la derecha capaces de poner distancia de la autocomplacencia y de desmontar la arquitectura reaccionaria de sus aparatos ideológicos, para desmitificar los excesos de toda práctica ideológica hay mucho pensamiento y práctica fósil que viven para defender una ideología a costo de los excesos que sean.

Aquí no se está jugando si gana la derecha o la izquierda, nos estamos jugando el futuro de un país que ha estado secuestrado, históricamente, por gente a la que no le importa Guatemala. Los conocidos catecismos ideológicos constituyen hoy impedimentos gigantescos para la consolidación de la democracia y el estado de Derecho que queremos, no solo porque la realidad supera siempre los marcos ideológicos fijos, sino porque el mundo interconectado y multipolar del siglo XXI ya no nos pide votar por derechas o izquierdas cavernarias, sino por quien no es corrupto, narco ni ladrón.

A algunas personas las ideologías les sirven para justificar su fascismo interior, porque la peor amenaza al statu quo guatemalteco sigue siendo el pensamiento independiente, sin aparato político, difícil de medir y de encajonar. La ruta más directa hacia zonas políticas más democráticas y ejercicios ciudadanos más amplios es la de un pensamiento sustentado en la ética, elaborado fuera de las cajas negras ideológicas que marcaron la Guerra Fría. No hablo de tibieza ni de uniformidad de pensamiento, hablo de profundidad. No hablo del relativismo que todo lo aguanta, hablo de fundar pensamiento crítico. No hablo de no tener ideología, porque eso sería imposible: hablo de votar de otra manera en un cleptonarcoestado como el actual.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.