FUERA DE LA CAJA
Mujeres malabaristas: entre profesión y familia
Hoy se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Más que una celebración es una fecha para rememorar el largo camino recorrido por nuestras abuelas y madres para que las generaciones actuales tengamos derechos que parecen tan normales pero a los que hace tan solo cien años no teníamos acceso, tan básicos como poder votar y tener participación política, una cuenta bancaria, bienes económicos o acceso a la educación. Por siglos, a las mujeres nos fueron negados derechos fundamentales para el desarrollo íntegro como personas, y aunque hoy tenemos mucho que agradecer, es buen momento para reflexionar sobre el camino que aún toca abrir para las generaciones que vienen, especialmente para las mujeres más marginadas.
Como esta columna está dedicada a temas relacionados con la industria de la comunicación, trataré de centrarme en las oportunidades que existen en ella para continuar la búsqueda de la igualdad de género. Sin olvidarme de que para muchas mujeres la educación es aún un privilegio, las luchas feministas han permitido que más mujeres podamos prepararnos académicamente para lograr nuestros sueños. En mi caso, muy joven me incorporé al mundo de la comunicación, alcanzando muchas satisfacciones personales como conocer a mujeres maravillosas que han impactado positivamente en mi vida. Creo, sin embargo, que aún existe una brecha entre la cantidad de hombres y mujeres que se colocan en ciertas posiciones, principalmente en las de liderazgo y las relacionadas con la creatividad. Mi hipótesis para esto se basa en mi propia experiencia: resulta titánica la tarea de balancear una profesión que exige mucho tiempo con las responsabilidades de familia. Me embarqué en una investigación para profundizar sobre el tema. Empecé navegando en la red buscando artículos relacionados con “feminismo y el trabajo”, “mujeres empresarias”, “publicidad y mujeres”, y parece que siempre hay algo en común: la búsqueda de un consenso entre trabajo y familia, especialmente para quienes son madres.
' Agradecernos a nosotras mismas, a las mujeres que nos rodean y a las que nos abrieron brecha.
Helena Galindo
Presencié varias entrevistas a mujeres de la industria comentando sus experiencias y pareciera que a todas se les ha ido la vida haciendo malabares para cumplir con la fecha límite de un reporte y llegar a tiempo a una cita escolar. La situación personal tiene un gran impacto en el desempeño profesional, pero de alguna manera las mujeres encontramos el equilibrio, aunque muchas veces sea a costa de nuestro propio bienestar y salud. Vivimos con la eterna sensación de estar perdiéndonos de algo importante en la vida de nuestros hijos, y sin escarbar mucho va surgiendo un sentimiento de culpabilidad y la presión de no casar en el estereotipo de la mujer perfecta, la que no pierde el control. Y mientras más alto se llegue, mayores serán los sacrificios. Leí un testimonio en el que una mujer en una posición directiva se quejaba del horror que le tenía a los viajes, describiendo como un gran sufrimiento lo que sentía cada vez que “abandonaba” a sus hijos. Palabras fuertes las de sufrimiento y abandono, pero con eso lidiamos. Nos toca demostrar que podemos cumplir con los requerimientos de una posición que ha sido ocupada tradicionalmente por hombres y demostrar que somos buenas madres y administradoras. Muchas veces la mayor presión viene de nosotras mismas, nos vamos a la cama con reproches y sentimientos de culpa. A todas esas mujeres, incluyéndome, nos quiero decir que basta de culpas. Debemos abrazar nuestro ser y felicitarnos porque cada día es una batalla ganada. Agradecernos a nosotras, a las mujeres que nos rodean y a las que nos abrieron brecha.