RINCÓN DE PETUL

Navidad simple

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Aquel 23 de diciembre mis neurotransmisores ya explotaban; la ansiedad la tenía a tope. Mis hijos eran unos niños, y pasábamos la temporada de fin de año afuera. El lugarcito era hermoso, una esquina entre Georgia, Alabama y Tennessee. No sé qué montón de imágenes placenteras habré dejado escapar ese día, porque yo andaba montado en una misión de consumo. Resulta que había salido al mercado el nuevo dispositivo electrónico de la época, y yo, en mi mundo del momento, no concebía bienestar posible si no lo colocaba bajo el arbolito. Viendo en retrospectiva, habrá parecido como si la vida misma dependiera de ello. Le colocaba significados adicionales a la imagen de mi cría cuando lo recibiera. Asumo que lo conectaba como un requisito para obtener felicidad.

Pero ya para el 23 era tarde, y el chunche ese ya estaba agotado en todas partes. No recuerdo si me conformé con buscarlo por todo el pueblo. O si llegué a manejar más de dos horas hasta Atlanta para buscarlo en la urbe. Sinceramente, no recuerdo ni siquiera si logré conseguirlo o no. Lo que no olvido es esa sensación de malestar que me invadía en estas fechas tratando de cumplir las altas expectativas. Viendo hacia atrás, creo que era tanto que secuestraba una parte de nuestra paz y felicidad. Cierto que desde que yo mismo era niño fueron alegres las navidades repletas de actividades y regalos. Pero había costos que pagar. Y los costos eran caros.

' Mantén modestas tus expectativas...

Pedro Pablo Solares

Las fiestas de fin de año pueden ser exigentes para la emocionalidad. Desde hace algún tiempo escuchamos del llamado estrés navideño, que, dicen, se asocia a ansiedad y depresión. Una encuesta de YouGov revela que más de un 40% de los británicos sufrieron estrés en la época festiva de 2019. Y que uno de cada cuatro batalló con ansiedad o depresión. El internet está repleto de encuestas que dan cuenta de cuán extendido está el desorden en todo occidente.

Por ello, el también británico BMI publica este listado de 25 consejos: “Tips for coping with Christmas stress, anxiety and depression”. Pero, por mi experiencia personal de años más recientes, me llama la atención el primero de los consejos. Dice solo: “Mantén modestas tus expectativas”.

Y es que uno se emociona en esta época y las ilusiones tienden a elevarse. Digamos, lindo ser aquel del comercial, donde el querido abre un hermoso envoltorio de regalo.
Pero ¿qué tal si no hay plata para cumplir con el amor que se le tiene? Y alegre lo de antaño visitando a todos los parientes entre el 22 y el 24. Pero ¿y si ahora vivimos en una ciudad cundida de imposibles embotellamientos? O no digamos el recuerdo de navidades anteriores junto a nuestra gente que llenaba nuestras vidas. Pero ¿y si ese alguien ya no está? Tanta circunstancia que escapa de nuestro poder. Por ello me gustó el consejo antes referido. Continúa diciendo: “No te enganches en cómo se supone que las fiestas navideñas deben ser, o cómo se supone que te debes sentir… Simplemente toma cada día como viene”.

Hoy es 25 de diciembre y siento la paz que seguramente no tuve aquel día buscando regalos por todo Georgia. Esta vez no intenté lograr lo imposible. Creo que me simplifiqué y terminé gozando de lo que tengo y de lo que puedo. No hubo ni un regalo en la familia el 24. La Navidad no se trató de eso. Tampoco vimos a mucha gente.
Hicimos dos visitas que queríamos hacer. Fue maravilloso. Y, por primera vez, no tuvimos a mamá. No podemos traerla de regreso, pero con mi hermana hicimos sus recetas, y de alguna forma estuvo muy presente entre nosotros. Muchos estamos pasando por tiempos difíciles, pero aún así un fin de año feliz es muy posible. La clave, creo, está en la simpleza del corazón. Algo así —supongo— como lo que reinaba aquella noche en un pesebre en Belén.

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.