REGISTRO AKÁSICO

No a demagogia religiosa

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La vida se originó hace millones de años en el caldo biogenésico del planeta tierra. La vida es una continuidad presente y se manifiesta en una transformación constante de las formas de asociación, en las especies vivas, integrantes de grandes reinos biológicos.

Es medieval considerar inicio de vida en un acontecimiento como el ayuntamiento sexual. La explicación sobre el aparecimiento de la vida en muchas situaciones o generación espontánea fue desechada por la comunidad científica, varios siglos atrás.

Los Hermanos Maristas, congregación católica de educadores, en sus materiales pedagógicos recuerda que Aristóteles, en el siglo IV a. C., sostenía la existencia de la entelequia o componente energético de la materia, capaz de crear vida. Así, al pudrirse un fruto, generaba gusanos, gracias a esa propiedad contenida en las sustancias naturales. Refieren a Francisco Redi *1626 +1698; Lázaro Spallanzani, *1729 +1801, y todos los biólogos serios, para fundamentar el rechazo a la producción de vida, en situaciones emergentes, sin el necesario antecedente de continuidad desde su inicio planetario.

La afirmación gubernamental: protegemos la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural es una frase equívoca, de mala fe, dirigida a personas con baja formación escolar. La vida humana se resguarda con cuidados higiénicos, protegiendo de daños accidentales y por violencia. La muerte ocurre tanto por agotamiento de la capacidad de mantener la actividad organizada por el ser vivo individual, como por hechos que lo desorganizan, tales como heridas graves. Es tramposo el señalamiento del gobierno de proteger la vida hasta la muerte natural, pues parece desentenderse de los hechos de violencia y accidentes fortuitos generadores del fallecimiento. Si hay muerte natural, ¿existe otra? Artificial, sobrenatural o inmortalidad, como dicen ocurrió con el profeta Elías o Enoc, pues ambos no han muerto.

' La laicidad promueve la tolerancia y la convivencia pacífica por encima de convicciones religiosas.

Antonio Mosquera Aguilar

Toda persona tiene derecho a creer o no hacerlo en la magia, milagros, seres sobrenaturales, demonios, ángeles, brujas, fantasmas, el duende y la llorona. Tampoco se puede agredir con violencia contra quien así piensa. Pero el gobierno no puede utilizar fondos públicos para forzar a la adopción de una religión o impulsar creencias sobrenaturales. Los funcionarios pueden desayunar, refaccionar, almorzar y cenar con discursos de citas de libros sagrados, siempre que se trate de eventos privados. También atender las visitas e inquietudes de los dirigentes religiosos por asuntos de orden público o cooperación en programas oficiales. Se puede invitarlos como testigos de la acción gubernamental para destacar la falta de discriminación en los programas y acciones estatales. Lo que no se puede es utilizar el dinero de los impuestos para hacer caso omiso de la existencia de ciudadanos con posiciones irreligiosas, antirreligiosas o agnósticos. Peor aún, comisionar a oficinas gubernamentales a promover creencias religiosas, por muy respetables que sean, como el caso de Segeplán o Relaciones Públicas de la Presidencia.

Por respeto a la libertad de culto, se acepta el uso de espacios públicos por diferentes creencias; pero es ajeno al derecho humano de creencia religiosa, la promoción de dogmas sobrenaturales por el Estado. La Constitución Política señala claramente que no pueden ejercitarse funciones de ministros de culto por parte del presidente y vicepresidente, lo que se extiende por delegación a toda la organización gubernamental. Por lo tanto, no puede coordinarse la acción religiosa desde el gobierno en ningún sentido.

ESCRITO POR:

Antonio Mosquera Aguilar

Doctor en Dinámica Humana por la Universidad Mariano Gálvez. Asesor jurídico de los refugiados guatemaltecos en México durante el enfrentamiento armado. Profesor de Universidad Regional y Universidad Galileo.