NOTA BENE

Nuestro amigo, Estados Unidos

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El pasado 6 de agosto, el senado de Estados Unidos confirmó el nombramiento de William Wayne Popp como embajador en Guatemala. Probablemente sustituirá a Luis Arreaga antes de que termine el 2020. Este nombramiento genera expectativas entre los guatemaltecos porque la experiencia nos enseñó que un personaje con convicciones fuertes, como por ejemplo los exembajadores John Peurifoy, Alberto Martínez Piedra, Prudence Bushnell o Todd Robinson, mueven el eje de la relación entre nuestros países hacia la izquierda o la derecha.

En su discurso ante el senado, Popp aclaró que velará por la seguridad de los ciudadanos estadounidenses en Guatemala. Pero también dijo que quiere ayudar a crear un entorno económico que favorezca a la pequeña y mediana empresa, fortalecer los empleos formales y expandir el comercio. Resulta alentador que tan solo elabore metas económicas, pero estas declaraciones no bastan para adivinar si revertirá la dirección más bien progresista de Robinson y Arreaga.

' ¿Qué podemos esperar del nuevo embajador?

Carrol Rios de Rodríguez

Diversos reportajes afirman que la afiliación partidista de Popp es desconocida. Es un diplomático de carrera; no fue designado por su amistad con Trump o el partido Republicano. Obtuvo sus maestrías de la universidad de George Washington y del National War College. Podemos asumir que Popp fue expuesto a más voces demócratas que republicanas en las aulas, pues en George Washington, más de la mitad de los estudiantes, e imagino que un número mayor de los catedráticos, prefieren al partido Demócrata. Sospecho que dicha tendencia es menos marcada en el National War College. En los corredores del Departamento de Estado también corre una predisposición hacia las agendas progresistas.

A veces creemos que la política exterior de Estados Unidos sigue siendo granítica, pero lejos están los tiempos de la doctrina Monroe, el Destino Manifiesto, la Guerra Fría, e incluso de los derechos humanos a la Jimmy Carter. En 2016, Trump ganó la presidencia con su discurso antiimmigración y su promesa de drenar el pantano de la corrupción en Washington, D.C. A su entender, el Departamento de Estado era uno de los lugares más empantanados. Habían sido secretarios de Estado su contrincante política Hillary Clinton (2009-13) y John Kerry, otro excandidato presidencial demócrata. Según The Atlantic, durante el primer año de gobierno Trump despidió a 60% de los embajadores de carrera. Lógicamente, muchos funcionarios de dicha dependencia están a disgusto con sus actuales jefes. Por ejemplo, aplauden a Marie Yovanovitch, la exembajadora ante Ucrania, cuyas acusasiones contra Trump contribuyeron al infructuoso proceso para destituirlo. Esta batalla ideológica campal en Washington complica enormemente la labor diplomática hacia Centroamérica.

Finalmente, cuando Popp investigue acerca de Guatemala, se topará con la narrativa dominante en sus círculos: en 1954, el intervencionismo estadounidense puso fin al paraíso “democrático” liderado por Jacobo Árbenz, y propició una guerra civil que cobró 200 mil muertos. La mayoría de guatemaltecos sabemos que esa es una versión falsa de nuestro pasado, y que no hubiéramos prosperado más de haber triunfado la guerrilla marxista-leninista. Espero que el embajador Popp lea también Guatemala, la historia silenciada, por Carlos Sabino, y se empeñe en verificar concienzudamente los hechos. Guatemala necesita un manejo inteligente hacia los migrantes. Ponemos los muertos en la guerra contra la droga y las maras, cuya causa nace en el norte. Necesitamos un estado de Derecho verdadero, un respeto irrestricto a los contratos y a la propiedad privada, libertad de mercado y unas relaciones comerciales con Estados Unidos abiertas y competitivas.

ESCRITO POR:

Carroll Ríos de Rodríguez

Miembro del Consejo Directivo del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES). Presidente del Instituto Fe y Libertad (IFYL). Catedrática de la Universidad Francisco Marroquín (UFM).