LA BUENA NOTICIA

Orar, de verdad

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Del importantísimo componente de la vida cristiana, como lo es la oración, afirma el papa Francisco: “La oración es la fuerza del cristiano y de toda persona creyente. En la debilidad y en la fragilidad de nuestra vida, podemos dirigirnos a Dios con confianza de hijos y entrar en comunión con Él.” (Casa Santa Marta, 5 de Marzo, 2014) Y también indica: “La oración es ante todo dejar un espacio a Dios en nuestra vida” (Angelus, 24 de Julio, 2016). Sin duda por esto último —el que Dios tenga un espacio real y significativo en la vida humana— la verdadera ocasión escasea, para cumplirse la advertencia del teólogo jesuita Karl Rahner (1904-1984): “En el futuro no habrá ideologías religiosas, sino solo personas que oren o no”.

En realidad, el orar o “rezar” como suele decirse en lenguaje más común, sufre hoy ciertas deformaciones: 1) No consiste en “entrar en sí mismo” como en la concentración oriental, todo lo contrario, es salir de la divagaciones, cálculos y demás ocupaciones mentales que, lamentablemente, son un simple monólogo. Cuando se alcanza, la oración verdadera ha de dejar una cierta inquietud, no la paz del calculador, sino la confrontación con el Otro, siempre diferente y, si bien misericordioso, demandante de la conversión.

2) No se reduce a ciertos estados de paroxismo, quema de adrenalina, logro de estados estáticos, como ofrecen las “iglesias-teatro” comparables en esto con cualquier otro centro de “desahogo” como estadios, discotecas, deportes de riesgo, etc.

La novedad de la oración cristiana consiste precisamente en “alcanzar la paz”, pero solo luego de confrontar la conciencia —no los sentimientos— con Dios: curiosamente, no falta esa oración, muy de moda, como “opio del más auténtico” en personajes de la política, crimen organizado, de “mafia” en fin, que suelen orar al “dios de su agrado y conveniencia”, como la famosa “santa muerte” de los carteles del narcotráfico, al cual no faltan “profetas y predicadores” de ese verdadero “ídolo” o creación fantástica creada por el mal mismo: el colmo: orar pidiendo “sabiduría” para evadir la justicia.

3) No es una ridícula “pérdida de tiempo” o “devoción alienante” del que se ríen los activistas y profetas sociales, en el fondo materialistas con ideales no más altos que los de una oenegé: una versión del “drama del humanismo ateo”, según otro gran jesuita, H. de Lubac (1896-1991).

' La novedad de la oración cristiana consiste en alcanzar la paz, luego de confrontar la conciencia con Dios.

Víctor Hugo Palma

Jesús, en la Buena Noticia de mañana propone el “encuentro personal y confiado con un Dios que tiene rostro de Padre”, brindando una actitud más que una fórmula, el “padrenuestro” abandonado por los mal derivados del pentecostalismo. Encuentro tremendamente comprometedor con los valores del Reino que se pide que “venga”: la justicia, el bien, la verdad, el perdón, la solidaridad, etc. por lo que la misma oración no deja en sí misma de ser una “acción”: “Es el primer instrumento de trabajo que tenemos en nuestras manos” (Papa Francisco, 24/7/2016).

Vivir en una nación “tan religiosa y orante” con templos más abundantes que escuelas, centros de salud, etc., pero sin conversión y trabajo por el bien común, es estar al borde de un futuro laicista y secularista si las nuevas generaciones —y también las presentes— no descubren que la “oración lleva al compromiso activo con el bien” del que decía el mismo Maestro de oración: “No todo el que dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre” (Mateo 7,21).

ESCRITO POR:

Víctor Hugo Palma Paul

Doctor en Teología, en Roma. Obispo de Escuintla. Responsable de Comunicaciones de la CEG.