CABLE A TIERRA

Pandemia en medio de la pugna

El pulso político sobre la aprobación del decreto de Estado de Calamidad lo perdieron Giammattei y su lacaya Corte de Constitucionalidad. Le toca a cada quien, especialmente a los politólogos, descifrar los posibles significados de este hecho y los mensajes dados anoche por esta escisión ¿parcial, temporal, específica, excepcional? en el #PactoDeCorruptos. Recuerden, estimados lectores y lectoras, que estas cosas no pasan solo porque sí. Hay trasfondo, aunque no lo veamos.

' No se vayan con la finta: el “PactoDeCorruptos” tuvo un disenso, no una transfiguración para el bien común.

Karin Slowing

Por favor, no vayan a creer, por este hecho, que este fue ya el principio del fin de esta #AlianzaCriminal que está destruyendo al país y asesinando a miles de guatemaltecos al negarles un adecuado manejo de la pandemia, entre otras perversidades. ¡Por favor, no se vayan con la finta! No aprobar el acuerdo gubernativo de “Estado de Calamidad” tiene que ver más con otras cosas que con que los diputados hayan tenido una epifanía sobre la salud y bienestar de la mayoría de la población, o porque mejore la economía de todos, y no solo la de los algunos que tienen dominado el Estado para su beneficio particular.

La verdadera calamidad es la pobreza de gestión que se ha hecho de la pandemia y de la vacunación, y que deviene de la falta de adecuadas medidas de contención (que no eran necesariamente las que traía el decreto), de una estrategia de testeo privatizada, que ha impedido siempre tener una adecuada lectura de la magnitud de la pandemia en el país; del capitalino-centrismo que domina la estrategia de vacunación; y de la desidia para robustecer la red de hospitales con personal, medicamentos e insumos para los pacientes COVID-19 que luchan por su vida; del abandono a la población con otras enfermedades, que eleva tremendamente los costos humanos de la pandemia. ¿Cómo si no es por la desidia, la negligencia y la falta de empatía, que se explican bodegas llenas de colchones y ventiladores mecánicos sin usar, mientras los pacientes duermen en el piso y necesitan ventilación asistida para sobrevivir?

Acá, no es el bicho, el virus SARS CoV-2 y sus variantes, al que hay que vencer. La peor calamidad que enfrentamos en esta pandemia es un gobierno -y quienes le respaldan-, carentes de empatía; que han antepuesto intereses económicos de unos pocos y las corruptelas de otros cuantos a la salud; que han sido negacionistas de la ciencia a la hora de tomar decisiones, que recomiendan y hasta financian con nuestro dinero tratamientos que ya se sabe que no “previenen” ni “curan” la Covid-19; un gobierno que no ha invertido en Información, Educación y Comunicación a la población y que más bien censura la exposición de sus descalabros.

La no aprobación del Estado de Calamidad debería ser la oportunidad para enmendar el curso de la gestión de la pandemia. En este momento, se necesita urgentemente tres cosas: Contener la escalada de casos, acelerar la vacunación y fortalecer la respuesta de la red de servicios de salud. Ya no es una cosa o la otra; esa frontera se cruzó hace meses. Por mucho que duela y nos afecte a todos, si se necesita adoptar medidas de contención que reduzcan la transmisión del virus, pero medidas que realmente tengan impacto. Pareciera que no aprendimos nada en el último año y medio. Pareciera que no se entiende la enorme amenaza que implica que están surgiendo nuevas variantes del virus; que los niños y jóvenes se están viendo cada vez más afectados; y que puede llegar el momento en que las vacunas actuales ya no sean efectivas. Esa frontera todavía no la hemos cruzado afortunadamente, pero el riesgo sí existe y se incrementa conforme pasa el tiempo y se deja que el virus circule en un contexto de vacunación incipiente.

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