CON NOMBRE PROPIO
“Paren de contar”
“Paren de Contar”, dijo Donald Trump al conocerse la tendencia demócrata en Estados donde, según él, tendría apoyo. No tuvo empacho en mostrar su sentido antidemocrático. El propio Trump, horas antes, había señalado: “Cada voto cuenta”, para alentar el conteo en Florida. Es hábil para acomodar argumentos y discursos. EE. UU. es la gran República y descansa en sus instituciones. Su éxito radica en el debido cumplimiento de las reglas del juego del poder, y la alternancia en este son su fortaleza.
Las elecciones del 2020 han sido de las más polarizadas de su historia, quizás comparables con las que John Kennedy compitió contra Richard Nixon, en plena Guerra Fría, las cuales terminaron con una apretada diferencia para el demócrata. Para América Latina es poco el cambio si gana un republicano o un demócrata, ambos apoyaron dictadores, golpes de Estado, rebeliones y hasta invasiones a nuestros países cuando los intereses de sus empresas estaban en juego. El respeto a la autodeterminación de los pueblos, la soberanía y la democracia interna fueron herramientas de oratoria, porque si los Estados Unidos querían cambiar gobiernos lo hacían y listo, pero en esta ocasión sí se jugaba algo más.
' “Paren de Contar”, dijo Donald Trump al conocerse la tendencia demócrata en Estados donde, según él, tendría apoyo.
Alejandro Balsells Conde
Donald Trump representa la antítesis del líder democrático y de quien debe conducirse bajo regla del derecho. Basta conocer que, jactándose de su gran fortuna, no cobra sueldo presidencial, pero lleva años sin pagar impuestos, acogiéndose a los vericuetos normativos que existen en todos lados; es un empresario “listo” porque gana y no paga al Gobierno lo que debería pagar, es un símbolo del fraude de ley: si sus empresas tienen problemas se declaran en quiebra y así el propio sistema coadyuva en su recuperación. Su discurso hacia los latinos es grosero, pero sus prácticas para combatir la migración son cada vez más violatorias a cualquier elemental noción de derechos humanos, llegándose al extremo de instituir la separación de padres e hijos para asustar a los bad hombres a llegar a su país. Abundan sus mensajes racistas y hasta logra que buena parte de la propia comunidad latina lo justifique.
El movimiento Black Lives Matter jugó un papel clave para evidenciar la violencia hacia los afroamericanos. Quienes pudimos ver las finales de la NBA nos percatamos de los grandes mensajes que directivos, jugadores y personal pusieron en el debate nacional para rechazar la violencia sistémica y prácticas discriminatorias que no son combatidas, sino alentadas, desde círculos de poder y la propia Casa Blanca.
“Estar contra Trump no significa defender una ideología, o identificarse vagamente con la izquierda, como algunos trasnochados insisten en creer; ni siquiera requiere ser simpatizante del partido demócrata de su sucesor electo, Joseph Biden. Estar contra Trump significa tener un mínimo de humanidad y buen gusto, nada más”, dijo John Carlin en una columna del diario argentino El Clarín, del sábado pasado, y vaya si tiene razón.
El gran peligro de estas elecciones es que Trump no construyó una ideología, sino edificó una secta. Sus palabras para muchos se justifican en los Evangelios, y así pelear contra él es casi identificarse con Lucifer. Su equipo ha sido hábil en latinoamericanizar el debate y clavarle el sambenito de comunista y satánico a quien contradiga su palabra cuasi divina.
El autoritarismo requiere radicales. Trump, en 4 años, construyó un cuerpo enorme de radicales que con firmeza creen y repiten que este inescrupuloso empresario y autoritario dirigente político es el enviado de los ángeles para luchar contra ateos, blasfemos y perdidos. Con este nivel de debate será complejo para Joe Biden iniciar un proceso urgente de conciliación nacional, pero lo peor sería no comenzarlo.