SIN FRONTERAS

¿Por qué somos tan nagüilones?

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Como era de esperarse, el presidente Biden ha iniciado una gestión nutrida para atender la migración irregular centroamericana hacia su país. A sus planes les ha puesto dos etiquetas principales: la seguridad, para impedir que pasen quienes lo intenten, y atacar de raíz las “causas fundamentales” que provocan que la gente se vaya. Por aquí, en las tierras del quetzal, todos se han ido con el amague del red, white and blue. El cien por ciento de la conversación recae sobre los problemas de aquí. La pobreza, la falta de oportunidades, el subdesarrollo, la inseguridad, la corrupción y el enquistamiento de las redes criminales en los aparatos de gobierno. Todas ciertas y verdaderas. Pero si lo que se busca es realmente reducir el número de personas que se ven obligadas a sumarse al éxodo regional, uno no deja de pensar en que los mensajes en inglés se repiten hacia señalar lo que anda mal por estos lares. Pero en las agendas no se incluye lo que anda mal por sus lugares, y que comparte responsabilidad en esta dramática tragedia humanitaria. Cierto es que aquí producimos desesperanza y miseria. Pero también allá, la economía estadounidense jala mano de obra barata. Y parece evidente que poco importarán las modestas inversiones que se prometen traer, la gente continuará caminando hacia su nación, si esta, como un imán, la jala. ¿Quién en sociedad civil se atreve a levantar esta mano? ¿O en la prensa? O ¿desde lo público, la diplomacia?

' Legalizar la migración; darle forma legal a algo que ya funciona.

Pedro Pablo Solares

Uno entiende que somos chicos, pero un poquito de dignidad no quedaría mal de vez en cuando. De ciudadano se tiene la ilusión de ser mejor representado. De que esa representación integre posturas que respondan a intereses que al menos parezcan nacionales. Uno entiende la pequeñez de nuestro país en el plano mundial. En un globo que tiene tierras emergidas que suman 150 millones de kilómetros cuadrados, nuestros modestos 108 mil quedan chicos. Nuestro territorio no alcanza ni siquiera el 0.1% de las tierras con bandera. En el número de habitantes, ni sabemos cuántos somos. Ni adentro de las fronteras, ni tampoco afuera. Calculamos, eso sí, que en millones somos unos 16. Por lo menos, eso es lo que dijo el censo malogrado. Aunque no aclaró cuántos de esos están afuera. Afuera, donde nuestro ministerio exterior anuncia que ha gestionado documentos consulares para más de tres millones. ¿Qué quiere decir eso? ¿Que somos 16 más 3, o que en esos 16 están integrados los tres del exterior? Suponemos que es lo primero, pero respuesta cierta no hay. Sin embargo, aún sumando ambos, apenas llegaríamos a unos 20 millones de chapines habitando el mundo. Eso, comparado con los casi ocho mil millones de humanos vivos, andaríamos apenas en un 0.25% de la población mundial. Sin duda, somos chicos. Nuestra producción interna no resalta, ni con lupa, al compararla con el globo. Por tanto, nuestras balanzas comerciales nos son desfavorables. Y la fuerza tampoco es nuestra aliada. Suponemos que si desfiláramos nuestra potencia bélica, como lo hace la Corea del Norte, no intimidaríamos a nadie.

La agenda regional migratoria del presidente Biden trae objetivos puntuales y definidos. Algunos de ellos los mencionó la vicepresidenta Harris en su corta charla con el presidente Giammattei. Posiblemente haya oportunidades en esa agenda. Eso, por lo menos, es a lo que se suman organizaciones civiles en nuestro país. Pero ¿realmente reducirá en algún grado el flujo que busca el sueño americano? Con ese desarrollo gringo, que comparado con el nuestro parece de otro mundo, creo que solo hay una solución para acabar con las miserias del éxodo forzado irregular: legalizar la migración, darle forma legal a algo que ya funciona. Es puro sentido común. Pero eso no lo menciona nadie y nos rendimos al discurso del norte, que nos imputa toda la responsabilidad a nosotros de un problema que es común. ¿Por qué esto no se menciona? Ah, país de nagüilones.

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.