Pluma invitada

Qué podemos hacer para combatir la polarización social

Es importante que, como lectores, tomemos conciencia de cómo consumimos y compartimos información.

Todo el mundo parece muy preocupado con el aumento de la polarización social e ideológica en la política y en los medios de comunicación. De hecho, el término polarización fue elegido palabra del año por la Fundéu en el 2023 por “su gran presencia en los medios de comunicación y la evolución del significado que ha experimentado”. Y es cierto.

Un trabajo publicado por una de las investigadoras del Grupo Polarización y Discursos Digitales (PODDS), de la Universidad Autónoma de Madrid, constata el aumento progresivo de la frecuencia de uso del término en los medios de comunicación de España, Reino Unido, Italia y Alemania entre 2019 y 2021.

Sin embargo, parece haber menos conciencia social sobre cuáles son los recursos lingüísticos, discursivos y multimodales (imágenes, vídeos, gráficos, sonidos) que ayudan a polarizar los mensajes en mayor o en menor medida, tanto en los medios de comunicación digitales como en las redes sociales. Aprender a identificarlos es el primer paso para esquivar la trampa social que supone el uso constante del lenguaje polarizante en la comunicación pública.

Por lenguaje polarizante me refiero al uso de términos, expresiones y estrategias que tienden a dividir a las personas en grupos opuestos y antagonistas, dificultando el diálogo y la colaboración constructiva. El lenguaje polarizante puede ir desde la atribución de características negativas al “otro” hasta la agresión verbal. Su uso es habitual en la contienda política, tal como reflejan los medios de comunicación diariamente.

En el Grupo PODDS analizamos este tipo de lenguaje, que suele contribuir a simplificar los problemas complejos, presentándolos en términos de “nosotros contra ellos” y promoviendo la hostilidad y la desconfianza entre los diferentes grupos.

La polarización es un fenómeno complejo de carácter social y multidimensional por el cual la opinión pública sobre un tema se divide en dos extremos opuestos. Hablamos de la división extrema de opiniones y puntos de vista, sin posiciones intermedias. Este tipo de polarización es de carácter temático y suele tener una base ideológica. En España hay algunos temas políticos que suscitan la polarización temática entre la población. Es el caso de la ley de amnistía, por ejemplo.

Hay un tipo de polarización especialmente interesante: la polarización afectiva. Se refiere al afecto que siente el hablante por el que piensa como él y el rechazo que generan las personas que sostienen opiniones distintas. Aquí lo importante ya no es la idea, sino la persona o el grupo que defiende la idea. A mayor polarización temática e ideológica, mayor polarización afectiva. A mayor polarización afectiva, mayor falta de entendimiento entre las partes. Las consecuencias de esta falta de comunicación efectiva son muy perniciosas a nivel social. Y de aquí que el fenómeno esté suscitando tanto interés y preocupación.

Las consecuencias de un discurso público constantemente polarizado son muy negativas.

Los medios utilizan recursos lingüísticos, discursivos y multimodales que pueden intensificar la polarización. Es habitual que en los textos polarizados se destaque lo bueno de los que piensan como uno y lo malo de los que piensan distinto. Estas narrativas binarias (nosotros contra ellos) son frecuentes en el discurso de los políticos. Hay múltiples ejemplos de este tipo de narrativa en los medios de comunicación.

Esta estrategia de base se puede intensificar combinándola, por ejemplo, con lenguaje evaluativo de valencia negativa. Ilustra esta práctica este artículo sobre las palabras clave de valencia negativa que utilizó el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en su carta a la ciudadanía española.

También se polariza el discurso público cuando los políticos utilizan términos hiperbólicos, peyorativos o incluso insultos para referirse a otros políticos y los medios los reproducen. Hay múltiples ejemplos en la prensa, algunos de ellos especialmente interesantes, como la conocida frase “me gusta la fruta” de Isabel Díaz Ayuso a Pedro Sánchez. En este caso nos encontramos con un ejemplo de resignificación léxica, es decir, de asignación de un significado nuevo a la citada frase, diferente de su significado literal. Este nuevo significado permitió que el uso de esta frase (con su nuevo significado) se extendiera entre otros políticos y periodistas para referirse a Pedro Sánchez durante meses.

Otra estrategia polarizante consiste en la activación de determinados marcos mentales, bien verbalmente, bien a través de imágenes o vídeos.

Hablamos, por ejemplo, de que el uso de determinadas frases o imágenes puede activar en el oyente o en el lector un marco mental de ataque, que le ponga en alerta en contra de una persona o un colectivo concreto. Este es el caso del presidente Joe Biden, que recientemente dijo en plena contienda electoral que ya era hora de que se pusiera a Donald Trump en la diana (“time to put Trump in a bullseye”).  

Uno de los efectos más peligrosos de las estrategias descritas es la despersonalización y deshumanización del “otro”. Los individuos o grupos que sostienen opiniones diferentes a las nuestras dejan de ser vistos como personas con pensamientos y sentimientos propios y se convierten en meros símbolos de aquello que consideramos incorrecto o amenazante. Una vez que los oponentes son deshumanizados o se les pinta como agresores inmorales o malintencionados, se vuelve más fácil justificar actos de violencia o discriminación en su contra.

Las consecuencias de un discurso público constantemente polarizado son muy negativas. A mayor polarización discursiva y multimodal, mayor polarización afectiva. La polarización afectiva condiciona nuestra comprensión de eventos presentes y futuros. Además, la polarización puede dificultar la resolución de problemas comunes, ya que los diferentes grupos pueden volverse incapaces de dialogar y encontrar puntos en común.

Es importante que, como lectores, tomemos conciencia de cómo consumimos y compartimos información. En todo esto la educación es fundamental. Fomentar el pensamiento crítico y la alfabetización mediática desde una edad temprana puede ayudar a las personas a evaluar la información de manera más objetiva y a ser menos susceptibles a la manipulación. Las escuelas y universidades también pueden promover el entendimiento y el respeto por diferentes puntos de vista. Ser conscientes del poder del lenguaje es un primer paso crucial para rebajar la polarización social.

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