CABLE A TIERRA

¿Qué significa aprender a vivir con la covid-19?

Afortunadamente para el mundo entero, parece ser que lo peor de la pandemia covid-19 ha pasado. La producción acelerada de vacunas y la vacunación a una escala sin precedente han rendido frutos extraordinarios salvando vidas; al menos unos 20 millones, según las modelaciones del Colegio Imperial de Londres, acortando la duración de la pandemia por lo menos en un año, si se compara con la gran pandemia de “Gripe Española” del siglo pasado. Todo esto, a pesar de que a nivel mundial no se ha logrado alcanzar todavía el 70% mínimo de población vacunada con esquema completo (63.5%), por razones que bien podrían haber sido evitadas, pues no ha sido por falta de biológico, sino porque se reprodujeron los mecanismos de desigualdad que operan en el sistema mundial y a lo interno de los países. Claro está, en algunos países más que en otros.

' “Aprender a vivir con la covid-19” no es “resignarse a lo inevitable”; significa tener una estrategia para prevenir nuevos brotes y oleadas.

Karin Slowing

El caso de Guatemala es un buen ejemplo. A pesar de que hemos contado con suficientes dosis de vacuna como para haber vacunado a toda la población mayor de 18 años y prácticamente la de 12 a 17 años también, persistimos con las peores coberturas vacunales de toda Latino América. Efectivamente, al 30 de septiembre 2022, solo el 46.52% de la población actualmente elegible para ser vacunada, según lineamientos del MSPAS (población de 6 años y más, equivalente a 14,853,007 de personas) tienen dos dosis de vacuna para la covid-19. Se ha argumentado que no se ha logrado vacunar porque tenemos una gran población joven. Efectivamente, las coberturas más bajas las tienen los niños de 6 a 11 años, pues solo 14.57% han sido vacunados; ni siquiera son todos a los que se les puso la primera dosis de Moderna, con la esperanza de reducir las pérdidas de vacunas donadas por vencimiento.

Lo grave es que, en ningún grupo de edad, ni siquiera los de más riesgo, se ha logrado alcanzar todavía ni el mínimo del 70% de población vacunada. La cobertura más alta la tienen los de 60 a 69 años (67.9% con dos dosis); seguidos de los de 50-59 (63.95%) y los de 40 a 49 años (60.33%). El grupo de mayor riesgo de mortalidad, 70 años y más, solo el 55% tiene dos dosis de vacuna. Ellos quienes, luego del personal de salud, eran supuestamente, la más alta prioridad según el plan nacional de vacunación. Y estos son datos agregados nacionales; si se ven las coberturas para distintos territorios, área rural y población indígena, por ejemplo, las brechas de vacunación se hacen más profundas, denotando cómo la desigualdad estructural ha sido reproducida por el propio sistema de salud durante la vacunación.

Por eso, cuando escucho que “tenemos que aprender a vivir con la covid-19” es inevitable preguntarme si están pretendiendo que la gente haga como la ponen a hacer con todo lo demás que pasa en Guatemala: resignarse ante la situación, sobrellevarla como bien pueda por sus propios medios, y pedir al cielo que no le caiga el virus más adelante y lo mate, porque desde el Estado ya no haremos mayor cosa”.

No me sorprende que quieran desmantelar la poca infraestructura curativa que montaron para atender a los pacientes más graves. Lo que realmente preocupa es que “Aprender a vivir con la covid-19” no es “resignarse a lo inevitable”; significa desarrollar una estrategia proactiva de gestión, prevención y vigilancia epidemiológica de una enfermedad para limitar lo más posible nuevos brotes y oleadas. Esto implica principalmente, aunque no exclusivamente, fortalecer la oferta permanente de vacunación para la covid-19 para la población en el MSPAS. Al respecto, aún no se oye nada claro todavía de parte del MSPAS respecto a cómo va a integrar la vacunación covid-19 en la oferta regular del Programa Ampliado de Inmunizaciones.

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