CON OTRA MIRADA
Quique España y la gente de mi ciudad
Cruz Enrique España Menchú, reconocido maestro alfarero antigüeño, falleció el 13 de noviembre de 2020 y hoy la calle en donde vivió y trabajó, en la aldea San Felipe de Jesús, en La Antigua Guatemala, lleva su nombre.
Fue el mayor de 10 hermanos. Aprendió el oficio de modelar el barro en el taller de su padre, quien hacía frutas, en tanto su madre hacía figuras en miniatura. Ante la necesidad de ayudar al mantenimiento de sus hermanos, debía pintar 10 docenas de fruta al día.
El conocimiento adquirido, su inquieta curiosidad y mente abierta permitieron recibir el influjo de otros, como el de don Tomás Samayoa, vecino dedicado a hacer jaulas de alambre para pájaros, quien tenía algunas colgadas en los árboles de su casa y dentro de una de ellas, un pájaro de cerámica. Durante una visita, le sugirió intentar hacer algunos. Probó y los puso en la ventana de la casa familiar, junto a las frutas de su padre.
' Establecieron una relación laboral para producir cerca de 12 docenas de aves a la semana.
José María Magaña
Pasado el tiempo conoció a Bertoldo Nathusius, propietario de Sombol, S. A., tienda especializada en artesanías de alta calidad para su exportación, quien se interesó en su trabajo. Luego de algunas pruebas establecieron una relación laboral para producir cerca de 12 docenas de aves a la semana.
A sus 25 años, casado y con una hija que mantener, pudo garantizar el sustento familiar y formar un equipo de aprendices dedicados al modelaje, fondeo y pintura de una amplia gama de aves que fotografió en sus incansables recorridos por las montañas aledañas a su aldea.
Para su satisfacción personal, de esa manera contribuyó a que sus jóvenes auxiliares pudieran estudiar. No dejó de colaborar en el taller paterno y mantuvo el interés por poner en valor el trabajo de la cerámica, haciendo de cada pieza una obra de arte. El reconocimiento de su capacidad por el historiador Celso Lara Figueroa propició su primera exposición en 1982, en el Centro de Estudios Folclóricos de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Las exposiciones se repitieron hasta 40 a nivel nacional, así como otras en Estados Unidos, Colombia, España, Italia, Alemania y Taiwán.
Del éxito de las aves y su contacto con Celso Lara y su amplio registro de las historias y leyendas orales de Guatemala, el maestro pasó a la figura humana, incursionando en representar personajes míticos como el Cadejo, el Sombrerón, la Llorona y la Siguanaba. El siguiente paso fue su primera exposición, “La gente de mi ciudad”, en la que retrató personajes de nuestra cotidianidad: artesanos, vendedores, maestros, deportistas y profesionales, la cual tuvo lugar en el salón Luis Cardoza y Aragón, de la Casa de la Cultura, de la que llegó a ser presidente.
Para la cuarta serie-homenaje, inaugurada el 7Sept2012, tuve el privilegio de ser incluido entre las 27 figurillas expuestas, para la que Carlos Enrique Berdúo Samayoa, cronista de la Ciudad, acotó: “… personajes que junto a muchos otros antigüeños construyen día a día la historia de la Ciudad… conservar la Ciudad no es solamente ocuparse del aspecto de sus edificaciones, calles y plazas; la conservación de la Ciudad va mucho más allá porque el elemento primordial de ella somos los antigüeños, que con nuestra actividad cotidiana, sin importar el ambiente social donde nos desenvolvamos, damos vida a este paraíso donde transita nuestra existencia”.
Conocí a Quique apenas llegado a esa ciudad, en 1978. Nos unió el mutuo respeto y reconocimiento por nuestro trabajo, por lo que, a un año de su fallecimiento, dedico este artículo en su homenaje.