SI ME PERMITE

Recordemos que lo que se diga sea de provecho

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“Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en momentos de ira siguen hiriendo durante toda la vida”. Jorge Luis Borges

Todos los humanos contamos con una capacidad única, como es la de hablar y expresar nuestros pensamientos. Claro está que algunos tienen mayor facilidad para decir lo que tienen en su mente y otros tienen que hacer un esfuerzo especial porque les es más difícil estructurar las ideas para poder compartirlas. Pero de un modo u otro podemos lograr nuestro objetivo de expresar lo que tenemos en nuestra mente.

' Las disculpas por lo que se dijo no siempre sanan las cicatrices que dejaron las palabras oídas.

Samuel Berberián

Para muchos de nosotros, en los años formativos de la niñez se nos instruyó en qué cosas se deben decir y cuáles callar, e incluso se nos orientó para decir las cosas en una modalidad que siempre reflejara respeto y cortesía. Pero a medida que fuimos creciendo, tarde o temprano tuvimos la experiencia de que una vez se dice algo, esto ya no es nuestro, sino de aquellos que lo escucharon, y aunque con algunas disculpas hemos querido corregir lo que se dijo, nunca se podrá eliminar lo que otros nos escucharon decir.

Por lo mismo, más que la capacidad de saber qué decir y cómo decirlo, es mucho más muestra de una prudencia manifiesta cuando pensamos bien lo que habremos de decir. Luego de analizar el contenido tenemos la oportunidad de callar, para no dejar un mal sabor, o bien hacer los cambios necesarios del pensamiento para que, una vez compartido, sea de provecho y también de agrado para los que nos escucharon.

Es muy frecuente que al estar hablando lo que decimos es un desahogo que no habrá de ser provechoso para los que están escuchando. Eso no implica que no tengamos necesidad de tener un desahogo, pero debemos saber con quiénes hacerlo.

Aun esto debe ser algo tan ocasional que fácilmente se pueda justificar, como en casos de dolor o de alguna decepción que se ha vivido y necesitamos a alguien que nos escuche y nos oriente para que podamos retomar el curso de la vida en la modalidad más sana posible.

Todos nosotros, por experiencia o bien por referencias, conocemos de casos en que alguien, por lo que dijo, causó heridas tan profundas en algunos, las cuales tomaron mucho tiempo para sanar, y ha habido casos en que han necesitado alguna asistencia de un profesional para que puedan superar lo que alguien les dijo de un modo tan incorrecto o hiriente que el daño fue más allá de las simples palabras.

Además, hay una realidad tan fácil de entender que lo mismo que se le puede decir a dos personas distintas puede producir reacciones muy diferentes en quienes las escuchan. Esto es porque todos somos diferentes y las cosas nos afectan de modos muy variados, por ello no podemos extrañarnos por la reacción que causan nuestras palabras y menos cuestionar por qué no me entienden, o qué es lo que se dijo para que reaccionen de esta manera.

Cada palabra que escuchamos se queda en nuestra vida y habrá de tener algún efecto. Por ello, si habré de decir algo quiero que sea de provecho, al extremo de que, si no lo habrá de ser, es mucho mejor no decir nada.

A veces, en nuestras interrelaciones una persona empieza diciendo algo y cuando se da cuenta de lo que puede suceder con lo que se está diciendo, prefiere cortarlo y deja una atmósfera de mayor incomodidad, lo cual debe de evitarse al máximo.

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.