No se perderá el anhelo de conseguir interlocutores críticos o atentos observadores de la realidad social y fuerzas políticas actuantes. Se debe abandonar la consideración de la juventud como una marabunta de ignaros seguidores de los influenciadores subvencionados por los más obscuros intereses. Hay espacio para descubrir a muchachos agrupados en organizaciones plenas de entusiasmo, en luchas desiguales, donde levantan la bandera de los más puros ideales.

Puede ser que mañana sean confundidos y por inexperiencia nublen su juicio. Pero en el presente, existen pequeños grupos de jóvenes esclarecidos, manifestando conocimiento y compromiso a favor de conseguir una sociedad sin explotación en el trabajo y el correlato de la pobreza. Hay ilusión.

El Centro de Políticas Públicas para el Socialismo está animado desde Argentina. Allí, un grupo de periodistas jóvenes, obviamente con posición política y apoyo financiero, generaron un movimiento entre colegas de su generación. Algunos de sus artículos sorprenden por la madurez y sentido crítico.
En reciente análisis, María Urrutia llamó la atención sobre la generalización de juicios cargados de xenofobia entre progresistas. Pese a la validez de sus argumentos, dice la comentarista, la izquierda continúa cometiendo el error de actuar de forma reactiva, emotiva e improvisada.

A Urrutia le preocupa la incapacidad para alertar a la sociedad de los argumentos xenófobos utilizados para cuestionar el acuerdo migratorio entre Trump y Morales. Una parte de la población, apunta en su sintético artículo, se ha manifestado contra el mencionado acuerdo por temor a que el país se “llene” de migrantes salvadoreños u hondureños, quienes son vistos como criminales reales o potenciales. En este sentido también se está reproduciendo el discurso de odio del propio presidente de Estados Unidos, dice.

Así pues, existen personas críticas que dudan de los patrocinados por Soros u Open Society, en su exaltado antinorteamericanismo. Saben que el socialismo en Guatemala ha venido adquiriendo la connotación de contrario a la democracia y los valores de libertad. Levantan espantapájaros, perdedores consuetudinarios de elecciones y personajes carentes de profundidad en el discurso, para derrotarlos de manera fulminante.

En ese sentido, en la pasada elección, se demonizó a Sandra Torres Casanova como seguidora de Maduro, el presidente venezolano. Es de conocimiento público que se trata de una empresaria de maquila, aceptada en el movimiento social demócrata por haber conseguido mucho poder y popularidad durante el gobierno de Colom, gracias a la personalización de los programas clientelares. Su discurso es deficiente, corta en ideas y aunque desborda voluntad es muy frágil. Por esa razón, es ideal para ser enfrentada por los derechistas del país. Hay necesidad de trascender a la vieja política.

Los jóvenes socialistas y social demócratas quizás consigan expresarse en alianzas amplias. Su reto consiste en establecer lazos políticos y de acción, entre quienes comparten una fundamentación de análisis ideológico similar. Únicamente después pueden confiar en desprendimientos del bloque dominante. Y nunca al revés.

La alianza que realizan oenegés y grupos socialistas y social demócratas históricos, o sea políticos veteranos con personalidades recalcitrantes de la derecha, así como confiar en las alianzas con grupos financiados por la provocación, o seguidoras de la política de la Otán o del gobierno de EE. UU. no son recomendables. Cada quien con su conciencia. Es mejor confiar en el reemplazo generacional.