RINCÓN DE PETUL

Seguimos deshaciendo la papeleta a rayones

|

En 2019, cuando se aproximaban las elecciones generales, publiqué en este medio una columna titulada Deshacer la papeleta a rayones. Parafraseados, algunos de los segmentos de aquel texto decían esto:
A la edad de 5 pregunté a papá cómo era eso de votar. Llegado el día, en 1978, me tomó de la mano y me llevó al centro electoral. Ahí me cargó con un brazo mientras con el otro tomó el crayón para destruir la papeleta a rayones. Luego de su desahogo me la mostró destartalada y me dijo: “Así es como se vota en Guatemala”. Ahora que imagino esa hoja despozolada, comprendo lo que antes seguramente no entendí: que el suyo no era solo un grito de rechazo, era la comprensión, la conciencia informada de que el sistema en ese entonces no era honesto y que el voto en Guatemala, en ese entonces, era inútil, intrascendente. Habrá de recordarse que en 1978 vivíamos una era de fraudes descarados, donde se cuenta que al final del día de votación cuadrillas de soldados llegaban a los centros electorales y, metralleta al hombro, tomaban las urnas que contenían los votos ciudadanos. A las horas, aquel Estado dictatorial anunciaba el resultado de su antojo, de su conveniencia. Fue así como se manejaron las elecciones en 1974 y también las de 1978. Y así habría sido también la de 1982, antes de que, con un golpe de Estado, se colocara Ríos Montt como jefe de Estado.

Continué narrando en aquella columna cómo mi generación se formó en un ambiente antidemocrático, entre fusiles y manifestaciones de tiranía. Y eso explica por qué nos inspiró la democracia que luego llegó, siendo testigos de enormes esfuerzos por instalar un proceso que fuera representativo, y por el cual muchos entregaron hasta la vida. Una generación que se ilusionó con la quizás idílica idea que viene desde la Grecia antigua, en búsqueda de caminar hacia futuros más incluyentes, edificadores de desarrollo. Una alternativa a la opresión. Por ello no es de extrañar por qué en esa misma camada generacional, ahora mientras se mira cómo agoniza la idea de que vivimos en una república democrática, haya un penoso ánimo permisivo. Apaciguado. Pueda que por la opresión misma que perfumó nuestras cunas, por las historias de terror, el famoso: mejor no te metas, que puedes aparecer muerto o torturado, o puede que sea por algo quizás más aterrador: porque está normalizado, porque fue lo que crecimos viendo como lo que es natural: un país donde, a pesar de que se organizan elecciones, estas son una pantomima que esconde una verdad cada vez más evidente: el fraude es ley.

' Tal parece que vamos de nuevo por el mismo camino. Aumentado y corregido.

Pedro Pablo Solares

En 2019, aquella columna decía que, con razón, el proceso democrático estaba en uno de sus puntos más bajos de credibilidad. No necesariamente por la transparencia del día de la elección, sino por la toma del sistema por mafias mezquinas, enemigas del bien común. Muestra de ello, decía en ese entonces, es que el TSE reportó que, a dos días de finalizar su plazo, 1.5 millones de jóvenes de entre 18 y 25 años de edad ni siquiera se empadronaron para participar en el primer evento electoral en que tuvieron oportunidad. Que con frecuencia tendíamos a explicar las cosas desde el ángulo del hoy, a pensar sobre las dificultades que puedan estar pasando estos jóvenes para obtener documentos de identidad o analizar desde coyuntura, menospreciando la respuesta contundente de una juventud entera que rechaza de un bofetón el sistema falso en que nadie cree. Eso era 2019, cuando una candidatura presidencial antisistema había sido eliminada arbitrariamente. Ahora, en 2023, esa modalidad selectiva proliferó y tal pareciera que solo dejarán uno o dos candidatos (si mucho) con reconocimiento popular, forzando el resultado al servicio de quienes manejan el erario y el poder.

En 2019, cuando se aproximaban las elecciones generales, publiqué en este medio esa columna titulada Deshacer la papeleta a rayones. Tal parece que vamos por el mismo camino, aumentado. ¿Estamos de acuerdo en eso?

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.