Aleph

Señor presidente, ¿qué sigue?

De los corruptos esperamos cualquier cosa; de usted esperamos un buen gobierno.

La punta de lanza de este gobierno ha sido la lucha frontal contra la corrupción. En ese sentido, el gobierno de Bernardo Arévalo está comenzando a cambiar la forma tradicional de hacer política en Guatemala, poniendo en puestos claves de gobierno a personas (que a pesar de un contexto tan adverso, se atreven) con las competencias necesarias para el cargo que ocupan, honorables, y no vinculadas a las mafias. No hablo de baños de pureza, hablo de las cualidades mínimas que se precisan para el ejercicio de la función pública y el salvataje de las instituciones del Estado.

Si Guatemala quiere dejar de ser finca, ha de comenzar a ser país.

¡Cuánto ha de extrañar el pacto de corruptos la vía libre hacia ministerios, secretarías y Casa Presidencial que tuvo por décadas, o el “hablarle al oído” al presidente de turno! Este es un cambio profundo desde la intención de limpiar la casa y ordenar, administrativamente, el Estado. Que el centro del poder no sea el centro de la corrupción  es el inicio de la reconversión estructural del Estado, un ejercicio a contrapelo de la historia oficial de Guatemala. Pero ese no puede ser el único derrotero del gobierno arevalista para los siguientes años, en una Guatemala rota por tantos lados.

Consuelo Porras continúa aferrada al cargo de fiscal general, criminalizando a los enemigos y liberando a los amigos. En su cruzada la acompañan  un pacto de corruptos que saliva mientras espera las elecciones en el norte y el mejor momento para meterle zancadilla a Arévalo, una muy cuestionada Corte de Constitucionalidad y un Sistema Judicial diseñado y acostumbrado a funcionar bajo el sino de la corrupción. Nada menos. Ha concluido el primer período legislativo y tenemos a las puertas las elecciones de magistrados para las Cortes. Por ello, como ciudadana, quiero saber, señor Presidente ¿qué sigue?

Porque si bien la corrupción ha sido la causa de todos nuestros males, junto a la impunidad y el racismo, sus consecuencias son múltiples y visibles en la vida cotidiana de millones de guatemaltecos y guatemaltecas. Son esas consecuencias las que ahora toca atender, porque los sucesivos gobiernos corruptos han sido incapaces de garantizar y proteger los derechos sociales, económicos, medioambientales y políticos de una inmensa mayoría. Un Estado corrupto nunca es fallido para una minoría con excesivo poder, pero a un Estado democrático le toca responder y trabajar para toda la ciudadanía.

De los corruptos esperamos cualquier cosa; de usted esperamos un buen gobierno. Hay más ojos puestos en Bernardo Arévalo que en ningún presidente hace muchas décadas. No solo por nuestra propia historia y coyuntura, sino porque nuestros referentes inmediatos son Bukele y López Obrador; ambos, animales políticos con colmillo que, nos gusten o no, siguen en el poder con un alto nivel de aceptación y en estrecha comunicación con sus gobernados. Es un momento parteaguas, en el que todos hemos de reaprender, reimaginar, reconvertir lo que consideramos “normal” por décadas; si Guatemala quiere dejar de ser finca, ha de comenzar a ser país. En ello van las juventudes, los pueblos originarios, y todos los demás sectores que conformamos este país.

Tres o cuatro cosas posibles, realistas, concretas: 1) Levantar indicadores sociales en desnutrición, seguridad alimentaria, educación, salud y vivienda digna. 2) Comunicaciones y transporte, incluyendo carreteras, comunicación y gobernanza digital, transporte público y puertos, sobre todo aeropuerto. 3) Una Reforma Judicial y Política del Estado. 4) El rescate medioambiental de Guatemala, lo cual incluye mejorar la capacidad de respuesta ante la contaminación existente, la explotación de recursos y territorios, y los fenómenos naturales recurrentes.

Me queda claro, señor presidente, que en la diplomacia se incide y en el gobierno se decide. Y también me queda claro que lo que está en juego es la esperanza.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.