ALEPH

Seprem: a contrapelo de la historia

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Durante más de 20 siglos, con algunas excepciones, las mujeres estuvimos confinadas al espacio privado. Y, según cada cultura, podíamos o no hablar, actuar o decidir sobre la comida, la casa y la crianza de los hijos. Muy lentamente accedimos al voto, a la educación, a los espacios públicos, al ejercicio profesional, a la palabra, al ejercicio de nuestros derechos sexuales y reproductivos, y a algo tan básico como a tomar nuestras propias decisiones. Dicho así se oye plano y fácil, pero son aspectos que, para millones de mujeres en el mundo, siguen siendo ciencia ficción.

' Sería una violación a instrumentos nacionales e internacionales firmados por el Estado de Guatemala.

Carolina Escobar Sarti

Lo que nunca hemos hecho es co-participar en la escritura de biblias o constituciones. Por ello, las leyes de Dios y las de los hombres siguen estando en clave masculina. A lo largo del tiempo, varias mujeres han cuestionado este orden que Strauss llamó patriarcal. Desde Hypatia hasta Christine de Pizan, Sor Juana Inés de la Cruz, hasta mi abuela y mi madre, fueron abriendo brecha para que hoy yo pudiera escribir, elegir, trabajar y nombrar el mundo desde mi propia experiencia, sin buscar siempre la afirmación masculina.

Sin embargo, quisiera que las cifras no siguieran hablando tan recio: de enero al 20 de mayo de 2020 hubo en Guatemala 46,863 embarazos en niñas y adolescentes entre 10 y 18 años (Osar). Un 89 por ciento de ellos, producto de violación. Cuánto desarrollo truncado. Y si consultamos las cifras oficiales en rubros como desnutrición, maltrato, violencia sexual, abandono escolar, falta de acceso a oportunidades, vivienda, justicia, empleos dignos, representación política y otros, las niñas, adolescentes y mujeres siguen siendo mayoría. Incluso el presidente de Guatemala dijo que, en tiempos de pandemia, la violencia contra las mujeres había aumentado. Es necesario superar esas desigualdades históricas y contar con una institucionalidad rectora y coordinadora de las políticas, programas, planes y proyectos a favor de las mujeres, hasta que las cifras y los hechos nos devuelvan la foto de otra realidad.

A pesar de lo anterior, el mismo presidente quiere cerrar la Secretaría Presidencial de la Mujer (Seprem), aludiendo que no es legal y que las mujeres no hemos propuesto secretarías. No es cierto. El artículo 202 de la Constitución dispone que el presidente pueda tener los secretarios que sean necesarios. Por otra parte, el proceso de selección inicia con una convocatoria del propio presidente, quien recibe luego un listado de candidatas de parte de las organizaciones de mujeres. Más allá del texto constitucional, está también la Ley del Organismo Ejecutivo, que en su artículo 15 reitera que el presidente puede tener las secretarías que sean necesarias, determinadas por su misma norma de creación.

El presidente busca sustituir a la Seprem por una comisión que no consideraría la progresividad de los derechos humanos de las mujeres. Esto sería una violación a instrumentos nacionales e internacionales firmados por el Estado de Guatemala (ver artículo 46 constitucional). La Seprem surge de los acuerdos de paz, y es un mecanismo creado para el avance de los derechos humanos de las mujeres, en coherencia con lo que dicta nuestra Constitución y el Derecho Internacional, que reconocen que los derechos humanos son progresivos. Que no haya funcionado adecuadamente por la conveniente selección de algunas secretarias que no trabajaron estratégicamente a partir del enfoque con el cual fue creada, es otro tema.

El artículo 4o. constitucional dice: “Libertad e igualdad. En Guatemala todos los seres humanos son libres e iguales en dignidad y derechos. El hombre y la mujer, cualquiera que sea su estado civil tienen iguales oportunidades y responsabilidades. Ninguna persona puede ser sometida a servidumbre ni a otra condición que menoscabe su dignidad.(…)” Mejor partir de aquí, señor presidente, que seguir retrocediendo a Guatemala a épocas oscuras.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.